sábado, 20 de junio de 2009

Velemir Jlébnikov

¡Me basta poco!
Un mendrugo de pan
Una gota de leche
Y este cielo.
¡Y estas nubes!
*
Los años, la gente, los pueblos
Huyen para siempre
Como el agua que corre.
En el pedestre espejo de la naturaleza
Las estrellas son la red, los peces nosotros,
Los dioses espectros en la oscuridad

*
Yo no sé si la tierra gira o no,
Depende, si la palabra cabe en el renglón.
No sé si mis antepasados fueron o no simios,
Así como no sé si se me antoja lo dulce o lo ácido.
Pero yo séque quiero arder y quiero que el sol
Se una en un estremecimiento con la mano.
Y quiero que el rayo de una estrella bese mis ojos,
Como se besan los hermosos ojos de los venados.
Quiero que cuando yo palpite un temblor total invada el universo.
Y quiero creer que hay algo que permanecerá
Cuando el tiempo cambie, por ejemplo, la trenza de la mujer que amo.
Yo quiero sacar del paréntesis del factor común, que me da unidad,
El sol, el cielo, el polvo perlado
*
La gente, cuando ama,
Inventa extensas miradas
Y emite largos suspiros.
Las fieras, cuando aman,
Se les empañan los ojos
Y del lamento hacen un freno.
Las estrellas, cuando aman,
Cubren las noches con su tejido
Y danzan majestuosas a sus amigos.
Los dioses, cuando aman,
Poseen el estrépito del universo
Y como Pushkin arden de amor por la doncella
De Wolkonsky

En diciembre de 1921 Jlébnikov regresa por fin a Moscú, en un tren lleno de epilépticos y hambrientos. Llega a una ciudad que apenas emerge de los horrores de la guerra civil. Con la ayuda de Maiakovski, Lilia Brik, el pintor Spasski y muchos otros logra encontrar un dormitorio estudiantil y ropa caliente, como lo cuenta en una carta a sus padres en enero de 1922: "Llegué a Moscú sólo con una camisa en pleno invierno: en el sur dejé hasta el último céntimo. Pero mis amigos moscovitas me regalaron un abrigo y un traje gris". En la capital empleó la mayor parte del tiempo preparando y puliendo sus trabajos para su publicación. Los años de vagabundeo y privaciones empiezan a afectarlo: desnutrición, tifus, accesos recurrentes de malaria y síntomas asociados a una sífilis avanzada le hacen tomar la decisión de regresar a la casa materna, en Astracán. Su amigo, el pintor vanguardista Piotr Miturish, lo persuade de dejar la ciudad y pasar con él unas cuantas semanas en una pequeña villa, en la provincia de Novgorod, en donde la comida es más abundante y en donde él puede trabajar sin ser molestado. Algunos días después de su arribo a esa villa su salud empeora, cayendo en un estado riguroso de parálisis. El poeta presiente que le ha llegado la hora, que su cuerpo se descompone y pide que le pongan flores en su cuarto, para que no se note el mal olor y seguir escribiendo hasta el final. Apartado del mundo y privado de una adecuada atención médica, Jlébnikov entra en coma y muere el 28 de junio de 1922, cuatro meses antes de cumplir 37 años. Un año antes había escrito: "La gente de mi oficio muere, con frecuencia, a los treinta y siete..." (clara alusión a Rimbaud, Pushkin y tantos otros). Miturish reunió a unas cuantas personas, les contó quién era Jlébnikov y cómo había vivido. Luego lo enterraron y sobre su tumba leyeron poemas y fumaron