
“En verano no escribí nunca un poema. La floración y el resplandor me resultaban demasiado sensuales. En verano me ponía triste. Con el otoño se instalaba una melodía en el mundo. Me enamoraba de la niebla, de la oscuridad, que cada vez comenzaba antes, del frío. La nieve me parecía divina, pero más hermosas y divinas me resultaban las oscuras y cálidas tormentas salvajes de la primavera precoz. Durante el frío invierno, relucían y titilaban los atardeceres fascinantes. Los sonidos me hechizaban, los colores hablaban conmigo. Huelga decir que vivía inmensamente solo. La soledad era la novia a la que yo rendía homenaje, la compañera que prefería, la conversación que amaba, la belleza que disfrutaba, la sociedad en que vivía. Para mí no había nada más natural ni amistoso. Yo era un criado generalmente sin empleo fijo. Era lo que me convenía. ¡Ah, la deliciosa y ensoñadora melancolía, el dulce temor, la hermosa y celestial desgana, la afable tristeza, la encantadora austeridad! Amaba los suburbios con sus aisladas figuras de obreros. Los campos nevados se me dirigían confidencialmente… ¡Me parecía que la luna derramaba lágrimas sobre la nieve fantasmagóricamente blanca: las estrellas! Era magnífico. Yo era tan principescamente pobre y tan majestuosamente libre… En las noches de invierno, de madrugada casi, me ponía en la ventana abierta y dejaba que el rostro y el pecho cubierto apenas con el pijama respiraran su gélido aliento. Y entonces tenía la extraña sensación de que todo ardía a mi alrededor. Habitualmente, en aquella remota habitación en que vivía, me postraba de rodillas y pedía a Dios por un verso bonito. Después salía por la puerta y me perdía en la naturaleza”.
MIEDOS
He esperado saludos mucho tiempo,
frases suaves, al menos un sonido.
El miedo no es de voces o tañidos:
penetrar, sólo la niebla penetran.
Un secreto canto en acecho oscuro:
alíviame, pena, el arduo viaje.
“...de repente se apoderó de mi un inefable
sentimiento del mundo y una sensación de gratitud,
unida a él, que brotaba del alma con violencia...”
“Y ahora a seguir paseando.
Es divinamente hermoso y bueno,
sencillo y antiquísimo, ir a pie.”
El Paseo.
WALSER LE CONFIESA A SU AMIGO Y BIOGRAFO, CARL SEELING.
En el sanatorio tengo la paz que necesito. Que los jóvenes hagan ruido ahora. Lo que me conviene es desaparecer, llamando la atención lo menos posible”. Quería desvanecerse en el paisaje, que es la única manera de estar dentro de él; la única forma de estar de lleno en el mundo es ser parte de la historia que escribimos del mundo. No actuar como un espectador de la gran ópera celeste; sino ser un personaje. No es mala idea, desvanecerse para que las cosas y la vida aparezcan de nuevo.
En el paseo del 3 de enero de 1937 sostiene: “Si volviera a tener 30 años, no volvería a escribir sin objeto, como un muchachuelo romántico, solitario y despreocupado. No se puede negar a la sociedad. Hay que vivir en ellas y luchar por ella o contra ella. Ése es el defecto de mis novelas. Son demasiado extravagantes y demasiado reflexivas, y su composición es a menudo demasiado descuidada. Envuelto en la legitimidad artística, me dediqué simplemente a improvisar...” El 27 de junio del mismo año plantea “... Todas esas gentes encantadoras que creen poder mandarme y criticarme son adeptos fanáticos de Hermann Hesse. No confían en mí para ellos no hay mas que dos opciones: o escribes como Hesse o eres y serás un fracasado. De esa forma extrema me juzgan. No tienen confianza en mi trabajo. Y por esa razón he ido a parar al sanatorio...” El 23 de abril 1939 define: “… el artista tiene que extasiar o atormentar a su publico” El 10 de setiembre de 1940 “… Jamás he escrito en dialecto, con toda intención. Siempre me pareció una indecente concesión a la masa. El artista tiene que guardar las distancias respecto a ella. Tiene que sentir respeto por él. Tiene que ser un verdadero idiota para construir su talento sobre la idea de acercar su literatura al pueblo, más que a los demás. Los creadores deben sentirse básicamente obligados a pensar y actuar noblemente y aspirar a la grandeza” El 28 de enero de 1943 le explica a Seelig: “…¿Sabe por que nunca llegué a la cumbre como escritor? Se lo voy a decir: porque tenía muy poco instinto social. Actué de espaldas a la sociedad. Seguro que fue así, hoy lo veo con toda claridad. Me entregué demasiado a mi personal placer. Sí, es cierto tenía condiciones para convertirme en una especie de vagabundo y apenas me resistí a ello. Este aspecto subjetivo irritaba a los lectores de Los hermanos Tanner. En su opinión,(la del público) el escritor no puede perderse en lo subjetivo. Consideran un exceso dar tanta importancia al propio yo, cuan equivocado está el creador cuando supone que el mundo se interesa por sus asuntos privados. En mayo de 1943 “… las naturalezas creativas no son especulativas. Eso las distingue de los imitadores…” El 2 de enero de 1944 “… En Hersiau no he escrito nada más. ¿Para qué? Mi mundo fue destruido por los nazis. Los periódicos para los que escribía han desaparecido, sus redactores fueron perseguidos o han muerto. Me he convertido casi en una estatua...” El 3 de noviembre de 1947 “… Hoy los escritores aterrorizan a los lectores con sus aburridos ladrillos. No es signo del buen gusto de los tiempos que la literatura tenga esos ademanes imperiales. Antes era humilde, de buen natural. Hoy tiene maneras de soberana. El pueblo debe estarle sometido. Es una evolución insana…” Diciembre de 1949 “...Cuando los artistas no mantienen una relación de tensión con la sociedad, se paralizan con rapidez. No pueden dejarse mimar por ella, porque entonces se sienten obligados a plegarse a las circunstancias dadas. Nunca, ni siquiera en los periodos de mayor pobreza, me dejé comprar por la sociedad. Siempre antepuse la libertad personal...” El 12 de abril de 1953: Seelig: “...El propio dia del 75 aniversario, el humor de Robert era más bien insufrible, según un informe del Dr. Steiner. Si se intentaba hablar con él de los honores que ese día se hacían a su persona en los periódicos y en la radio, respondía: ¡Eso no me importa nada!...”
"Robert Walser había nacido en 1878 en Biel (Suiza), séptimo hijo de una familia de ocho hermanos, y el día de Navidad de 1956 lo encontraron muerto en la nieve, no lejos del manicomio de Herisau, lugar en el que había pasado los últimos veintitrés años de su vida. Murió mientras paseaba."
(Del prólogo del libro)