viernes, 12 de diciembre de 2008

MACEDONIO FERNANDEZ 2


Fragmentos de una entrevista publicada en la nacion enero del año 1930
A los diez y siete años de edad, empezó para mi un período angustioso y difícil. Sólo frente a la realidad de las cosas, abandonado en la desolada permanencia de un mundo sin respuestas, sufrí diez largos años en silencio. Torturado por la duda, busqué desesperadamente la salida en aquel laberinto sin luces en el que había encerrado mi vida. Pero sólo encontré, inconmovible y eterna, la angustia de mi soledad... Desde entonces vivo sólo conmigo mismo y el pensamiento –un pensamiento mal mandado y desobediente – me ha quedado como único vicio de mi desamparo...


Es que es inútil – añade Macedonio con otra sonrisa –: hemos llegado a una época en que uno ya no se puede fiar de la gente ilustre del pasado. Porque es bueno que le aclare que en otra oportunidad me ocurrió también lo mismo. Después de largas meditaciones, yo había llegado a la conclusión de que el sueño es un correlativo fisiológico de la alternación astronómica de la noche y del día; de manera que si nunca se hubiera puesto el sol, al primer hombre le hubiera resultado tarea bastante difícil el encontrar una hora para dormir. Leyendo mucho tiempo más tarde “Fisiología del gusto”, de Brillat–Savarin, tuve el desagrado de encontrar allí mi idea exactamente expresada. Después de eso, ¡como para creer en la probidad de la gente que ha pasado a la Historia


Si yo tuviera que escribir su reportaje – me contesta Macedonio –, encabezaría mi respuesta con este subtítulo: “De cómo, a veces, resulta inútil escribir un libro de metafísica para encontrar la explicación del mundo”. Porque esto es, cabalmente, lo que me ha ocurrido a mí. Buscando la explicación del misterio del mundo, mi libro me acercó a la personalidad de mayor poder mental y de más gracia sentimental que he conocido en mi vida. Sin proponérselo, me abrió las puertas de “un mundo nuevo”, con lo cual la explicación del mundo viejo, perseguida afanosamente a través de sus trescientas páginas, me resulta ahora perfectamente innecesaria...


MANERA DE UNA PSIQUE SIN CUERPO
Manera de la inespacialidad de lo solo psíquico.
Manera de la identificación entre psiques meras y de la identidad para sí cada una.
Manera de la comunicación directa entre psiques meras con identificación por cada una de los "estados" en ella promovidos directamente por la otra, como distintamente reconocibles y no pertenecientes a la corriente mental propia.
Pero estos estados psíquicos "otros", visitantes de nuestra fluencia psíquica propia aunque reconocidos como ajenos y susceptibles de ser excluidos por nuestra eficiencia (por no llamarla "energía") psíquica, pueden ser prohijados por nosotros y sustituir y desviar, a veces para consuelo o vencer resistencia para mal, la temática psicológica de ese momento de nuestra fluencia asociativa propia. Si aclaramos, lo que no me es dable ahora -y quizá nunca en mi forma actual psico-física-, estos hondos problemas de la Posibilidad Psíquica Pura, conoceríamos que los Cuerpos no son más que intermediarios, no poseedores, de un Psíquismo Universal siempre existente, lo único que siente, con toda simultaneidad, aun la simultaneidad del Principio con el Fin, del Deseo con su Satisfacción; conoceríamos también que la sucesividad no es forzosa al ser y que la única realidad o ser es el Psiquismo.
Manténte en el Misterio, lector. Para la Psique no hay el "en", no está en un Cuerpo. Y en un cuerpo pueden manifestarse y recibir estímulos dos Psiques tan extrañas una a otra como las que se manifiestan mediante dos cuerpos. La llamada "doble personalidad" es mera verbalidad, mala denominación.
Doble personalidad es una abstrusidad, un inconcebible; pero el hecho de dos personalidades es auténtico.
Y esta experiencia es suficiente para iluminar la no-dependencia: la transpresencia de la Psique en los Cuerpos. Otra ilustración es la falacia de las localizaciones en el cuerpo de los estados psíquicos: no nos duele la mano sino en el cerebro, y tampoco en el cerebro sino en un antes y un después de tal o cual otro estado psíquico; el estado sentido se sitúa temporalmente entre estados psíquicos.