viernes, 12 de diciembre de 2008
THOREAU-La vida en los bosques-
¿Por qué debemos vivir con semejante apresuramiento y desperdicio de la vida? Estamos decididos a morir de hambre antes de tener hambre. Los hombres dicen que una puntada a tiempo evita nueve, y así dan hoy mil puntadas para evitar nueve en el futuro. En cuanto al trabajo, no tenemos ninguno de importancia. Padecemos el baile de San Vito, y nos es imposible tener quietas nuestras cabezas. Llegaría yo a decir que si diera unos tirones a la cuerda de la campana de la parroquia, como si se tratara de un incendio, dudo que hubiera un hombre en su chacra de Concord, que a pesar del peso de sus asuntos, que le sirvió de excusa tantas veces esta mañana, ni un chico, ni una mujer, me atrevo a decir, que no abandonara todo y siguiera ese tañido, no solamente por salvar la propiedad de las llamas, sino, confesemos la verdad, mucho más por verla arder (ya que tenía que quemarse, y ya que nosotros, sabedlo bien, no la incendiamos), o para ver cómo se apaga el incendio y dar una mano, y si ello se puede hacer con facilidad, aunque se tratara de la misma parroquia. Es raro el hombre que habiendo dormido una siesta de media hora luego de la comida, no pregunte al levantarse: “ ¿Qué hay de nuevo?”, como si el resto de la humanidad se hubiera convertido en su guardián. Algunos indican que se les despierte cada media hora, sin otro fin, a no dudar; y luego, como recompensa, cuentan lo que han soñado. Después del sueño de una noche, las noticias son tan indispensables como el desayuno. “Por favor, decidme de algo nuevo que le haya ocurrido a algún hombre, en cualquier parte del globo”, y lee y se agita mientras toma el café, pues en el río Wachito le sacaron los ojos a un hombre; sin soñar que él mismo vive en la impenetrable oscuridad de la cueva de este mundo, y no tiene más que el rudimento de un solo ojo. (...)