sábado, 6 de diciembre de 2008

TOLSTOI

No puedo menos de repetir siempre lo mismo, á pesar del silencio frío y hostil con que se acogen mis palabras.Un hombre moral que goza de todas las comodidades, y hasta el hombre de la clase media -excepción hecha del hombre rico que gasta para sus caprichos centenares de jornadas de trabajo cada veinticuatro horas- no puede vivir tranquilo sabiendo que todo aquello de que goza es fruto del trabajo de generaciones obreras, oprimidas bajo el peso de una existencia abrumadora y que mueren ignorantes entregadas á la borrachera y al libertinaje, medio salvajes, en las minas, en las fábricas, en los talleres, al pie del arado, produciendo los objetos que sirven para el hombre de condición superior. Yo, que escribo esto, y vosotros que me leeréis, tenemos una alimentación suficiente, á menudo abundante, delicada, aire puro, vestidos de invierno y de verano, toda clase de distracciones, diversiones durante el día, y reposo completo por la noche, Y junto á nosotros, vive el pueblo trabajador que no tiene ni alimentación ni habitación sana, ni vestidos suficientes ni distracciones y que, muy á menudo, no goza ni siquiera del descanso durante la noche; viejos, niños, mujeres, extenuados por el trabajo, por las noches sin sueño, por las enfermedades, se ven obligados durante su vida entera á trabajar para nosotros, á producir los objetos de lujo que no han de poseer ellos, y que para nosotros constituyen, no una necesidad, sino una superfluidad.* * *No la ociosidad, sino el trabajo engendra la dicha. Un hombre no puede dejar de trabajar; es contra naturaleza. Lo mismo ocurre á todo animal, caballo ó abeja. Hay que desechar la superstición grosera que hace que únicamente consideremos feliz al que vive de sus rentas.Todo hombre vive por la solidaridad del trabajo humano: otros hombres le han criado y educado y preservado de peligros; otros le preservan y le alimentan ahora. Así, cada individuo es criado y cuidado por otros; pero para que todos continúen preservando y alimentando á ese hombre, es necesario que á su vez sea útil y servicial. Los hombres, hasta los malvados, preservarán y alimentarán con solicitud al que trabaja por ellos.* * *Basta imaginar la conducta del hombre mientras caza, para convencerse de que, dando libre impulso á sus peores instintos, realiza actos cuya sola idea le avergonzaría en otras ocasiones.Existe una serie de actos y de procedimientos que con razón se consideran indignos de un hombre honrado.La superchería, la perfidia, las trampas, la emboscada, el ataque de muchos contra una solo, del débil por el fuerte, el robo de los hijos á sus padres y de los padres á sus hijos, son otros tantos actos viles por sí mismos, aun prescindiendo de la calidad de las víctimas. Sin embargo, por una contradicción inconcebible, todos estos actos viles y criminales, se realizan sin escrúpulo, abiertamente, en la caza, y contra seres inofensivos, por los mismos hombres que rehusarían dar la mano á quien obrara de igual modo con un hombre. Diríase que los hombres sienten tanto no poder dañarse entre sí, que van al campo y al bosque para vengarse de su abstinencia sobre seres vivientes y para dar rienda suelta á sus más bajos instintos.Destripar, romper una cabeza contra un árbol, descuartizar, son los actos más comunes y necesarios en la caza. Es, sin embargo, natural compadecerse de los animales. ¿Por qué, pues, en la caza los hombres, no sólo no sienten lástima por los animales, sino que ni aun les avergüenza sorprenderles, perseguirles y atormentarles por todos los medios posibles?