lunes, 5 de enero de 2009

Manuel Scorza.

EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN

Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
quizá mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.
Yo respondo:
por todas partes se oía llanto,
por todas partes nos cercaba
un muro de olas negras.
Iba a ser la poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.
Yo os digo: mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras los mendigos lloren de frío en la noche,
mi corazón no sonreirá.
Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
Hay cosas más altas que llorar
el amor de tardes perdidas:
el rumor de un pueblo que despierta,
eso es más bello que el rocío.
El metal resplandeciente de su cólera,
eso es más bello que la luna.
Un hombre verdaderamente libre,
eso es más bello que el diamante.
Porque el hombre ha despertado,
y el fuego ha huido de su cárcel de ceniza
para quemar el mundo donde estuvo la tristeza.

EL DESTERRADO

Cuando éramos niños,
y los padresnos negaban diez centavos de fulgor,
a nosotros nos gustaba desterrarnos a los parques,
para que viéramos que hacíamos falta,
y caminaran tras su corazón hasta volverse más humildes
y pequeños que nosotros.
Entonces era hermoso regresar!
Pero un día parten de verdad los barcos de juguete,
cruzamos corredores, vergüenzas, años;
y son las tres de la tarde
y el sol no calienta la miseria.
Un impresor misterioso pone la palabra tristeza
en la primera plana de todos los periódicos.
Ay, un día caminando comprendemos que estamos en una cárcel de muros que se alejan...
Y es imposible regresar.