domingo, 1 de marzo de 2009

ESCRITOR, LOCURA Y ALGO MAS

Según datos recogidos en un estudio de Bryce Echenique, un 1% de los hombres de ciencia sufre depresión maníaca profunda, por ejemplo, frente a un 41% de los novelistas. ¿Es un dato significativo? ¿Quiere esto decir que los que nos dedicamos al noble arte de escribir estamos a un paso de la locura? Según Bryce, hay un dato fundamental en el que los investigadores están todos de acuerdo: el trabajo creativo requiere de un inmenso y sostenido esfuerzo, de tal sacrificio personal y de una dedicación tal excepcional entre el común de los mortales, que ahí podría estar el origen de sus graves consecuencias personales.

Según el psicoanálisis, la literatura es una forma organizada de delirio, lo dijo él, Freud, el más loco entre todos los tarados: "Los instintos insatisfechos son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y cada fantasía es una insatisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria". Y se quedó tan pancho, como si ser loco fuera ser escritor o viceversa.

El arte y la locura se tocan, de eso no hay duda, pero las diferencias que hay entre la locura y el arte son evidentes. La escritura puede transformar la locura en un hecho estético, no es una mera descarga, es lenguaje estructurado que comunica algo.

Miedos, pesadillas, paranoias, son fantasmas que alimentan la escritura, y el autor plasma en sus obras, de manera voluntaria o involuntaria, esos fantasmas. Dostoievski "mató" a su padre en Los hermanos Karamazov. Poe venció sus impulsos obsesivos gracias a El cuervo. La casa tomada fue una pesadilla real de Cortázar, según él mismo reconoce.

El escritor es un ser lleno de manías, Balzac bebía treinta cafés al día, Capote escribía en la cama, Dahl escribe con un lápiz amarillo, Monterroso escribe en el tren. Aunque la manía más común es el perfeccionismo: Flaubert desmenuzó cada línea de Madame Bovary, Stendhal redujo a cuatro las cincuenta y cuatro primeras páginas de La cartuja, Green se obliga a escribir tres mil palabras diarias, Tolstoi reescribió ocho veces Guerra y paz.

Otros escritores están locos de verdad, paranoicos o esquizofrénicos como Strindberg o Artaud. Se puede estar loco de atar, borracho, drogado, pero para escribir hace falta una gran lucidez y un enorme control sobre lo que se está haciendo, de lo contrario nos caemos de la esfera del arte e ingresamos en el esperpento.

Un artista se mete cuerdo y lúcido en su infierno personal y regresa de allí despedazado y cargado de fragmentos valiosos de sus vísceras, luego construye algo bello para los demás. La diferencia esencial es el viaje de ida y vuelta, bajar al subsuelo y regresar, aunque no haya garantías de hacerlo, y algunos se queden atrapados por las sombras.

Reconozco que el oficio de escritor tiene efectos secundarios. Yo padezco aislamiento social, me obsesiono con mis historias, vivo la esquizofrenia de otras vidas, las de mis personajes, escribiendo suelo perder la noción del tiempo, me olvido del mundo, pero también disfruto plenamente con lo que hago. Escribir me protege de otras peores locuras, me enseña, me humaniza, y eso no es tan malo.

El psiquiatra Enrique González Duro, que ha escrito una biografía sobre Juan Ramón Jiménez, dice lo siguiente:
"Hay demasiados ejemplos de autores tratados, diagnosticados, recluidos, para que la relación entre locura y literatura sea casual". ¿Qué opinais sobre esto? ¿Estais de acuerdo?

Benjamín Prado, por otra parte, sostiene:
"Desde luego que hay grandes escritores locos. Igual que hay grandes escritores fusilados o escritores que escriben grandes obras mientras mueren de hambre y frío en los campos de concentración -pienso en Mandelstam, por ejemplo-, y eso en ningún caso debe resultar envidiable. No creo que la locura sea algo que se deba reivindicar, como no creo que el malditismo sea una virtud. Hay excepciones, naturalmente, pero en mi opinión la locura más bien es un problema para la escritura (...).
La locura ha perdido prestigio, como el dandismo o la inspiración. El personaje del escritor se ha hecho más modesto, más normal, la visión del artista vestido de artista en la actualidad chirría. (el subrayado es mío).
Se habla de Hölderlin, Virginia Woolf, Silvia Plath, Antonin Artaud, etc.. pero me ha cautivado especialmente la historia de Robert Walser, y aunque el mensaje me quede demasiado largo, os transcribo uno de los párrafos en lo que se habla de él:

Internado durante más de treinta años, Walser se dedicó a dar largos paseos, siempre impecablemente vestido con ropa un tanto raída y un sombrero ajado, y a escribir en pequeños pedazos de papel textos indescifrables con una minúscula caligrafía secreta que él mismo inventó.
La de Walser es una de las locuras más peculiares en la medida en que ingresa voluntariamente en una institución psiquiátrica, y voluntariamente se queda durante años. Hay que tener presente que a los cincuenta años no gana dinero, no encuentra pareja y allí en el sanatorio lo mantienen, le permiten escribrir y recibir visitas de amigos...
Tuvo un destino que recuerda a Hölderlin, opina Vila-Matas. Escribió durante un tiempo y después dejó de hacerlo y cayó en un estado de cierta locura que se prolongó durante muchos años, el resto de su vida. En el manicomio, un monasterio de la época modera, le dejaban en paz. Él quería ser un cero a la izquierda y en el manicomio lo consiguio

Recuerdo que hablando de Hölderlin le dijo un día a un amigo: Estoy convencido de que en los últimos treinta años de su vida no fue tan desdichado como lo pintan los profesores de Literatura. Poder soñar en un modesto rincón, sin tener que responder a continuas pretensiones, no es níngún martirio."

Javier Marías dice de Nabokov en Vidas escritas: "Es muy probable que Vladimir Nabokov no tuviera más manías y antipatías que cualquier otro colega escritor suyo, pero sin duda lo parece porque se atrevía a renocerlas, proclamarlas y fomentarlas continuamente".

"Pero es bastante frecuente encontrarse con escritores que tienen la necesidad de decir al mundo quiénes son, y que son diferentes, de modo que en muchos casos utilizan la vestimenta, o actitudes y maneras con las que tratan de hacer patente esta diferencia, y que, en general, la sociedad tolera".

Del libro Esa visible obscuridad: memoria de la locura' de William Styron, donde el autor describe el proceso de depresión severa y trepidante que sufrió a los 60 años -misma enfermedad que llevó al suicidio a Woolf o a Primo Levi- así como, más interesante aún, el de su casi milagrosa recuperación y supervivencia. El perfil del caso Styron llama la atención en tanto que la detonación de su enfermedad comienza en medio de un momento de gran éxito en su carrera, hacia 1985.

El libro, pese a su brevedad, es a la vez una obra en extremo conmovedora, así como un compendio detallado sobre las etapas de la depresión severa (en el caso de Styron manifestadas en insomnio crónico, necesidad y posterior aversión física hacia el alcohol, así como fantasías autodestructivas). Un libro fascinante: sin exagerar de los que más marca me han dejado tras su lectura, por lo que no puedo dejar de recomendar su lectura a interesados -y no- en el tema de desequilibrios mentales.
De la contraportada del libro:
"Fue en París, en una fría anochecida de octubre de 1985, cuando por primera vez tuve conciencia plena de que la lucha contra el desorden de mi mente...podía tener un desenlace fatal . Insidiosa, esta tremenda enfermedad que es la depresión estaba destruyendo las defensas psicológicas del autor, le estaba situando en el límite de la aniquilación.

Cito a PRIMO LEVI:
Los que sobrevivimos a los campos de concentración no somos verdaderos testigos. Esta es una idea incómoda que gradualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otros sobrevivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo de algunos años. Nosotros, los sobrevivientes, no somos sólo una minoría pequeña sino también anómala. Formamos parte de aquellos que, gracias a la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lo hicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sin palabras".