jueves, 19 de marzo de 2009

TOLSTOI

FRAGMENTOS:

Uno de los prejuicios más generales y arraigados consiste en creer que cada hombre tiene cualidades que le son propias: así se dice que uno es bueno ó malo, tonto ó inteligente, enérgico ó apático. Esto no es verdad en absoluto. Podemos decir que un hombre más bien es bueno que malo, inteligente que torpe, enérgico que apático ó viceversa. Pero diremos una tontería si sostenemos que un hombre es siempre bueno é inteligente y otro siempre malo y torpe, y sin embargo, siempre clasificamos así á los hombres, y esto es ilógico. Las personas son parecidas á los ríos. El agua corre igualmente en todos ellos; pero un mismo río puede ser tortuoso y rápido ó ancho y manso, limpio ó turbio, frío y caliente. Así los hombres; cada cual guarda en sí el germen de todos los vicios y todas las virtudes; tan pronto domina uno como otro; ocurre que un hombre no es siempre igual, siendo siempre el mismo.

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No puedo menos de repetir siempre lo mismo, á pesar del silencio frío y hostil con que se acogen mis palabras.Un hombre moral que goza de todas las comodidades, y hasta el hombre de la clase media -excepción hecha del hombre rico que gasta para sus caprichos centenares de jornadas de trabajo cada veinticuatro horas- no puede vivir tranquilo sabiendo que todo aquello de que goza es fruto del trabajo de generaciones obreras, oprimidas bajo el peso de una existencia abrumadora y que mueren ignorantes entregadas á la borrachera y al libertinaje, medio salvajes, en las minas, en las fábricas, en los talleres, al pie del arado, produciendo los objetos que sirven para el hombre de condición superior. Yo, que escribo esto, y vosotros que me leeréis, tenemos una alimentación suficiente, á menudo abundante, delicada, aire puro, vestidos de invierno y de verano, toda clase de distracciones, diversiones durante el día, y reposo completo por la noche, Y junto á nosotros, vive el pueblo trabajador que no tiene ni alimentación ni habitación sana, ni vestidos suficientes ni distracciones y que, muy á menudo, no goza ni siquiera del descanso durante la noche; viejos, niños, mujeres, extenuados por el trabajo, por las noches sin sueño, por las enfermedades, se ven obligados durante su vida entera á trabajar para nosotros, á producir los objetos de lujo que no han de poseer ellos, y que para nosotros constituyen, no una necesidad, sino una superfluidad.