miércoles, 1 de abril de 2009

Iván Goncharov

Estar tumbado no era para Oblómov una necesidad como lo es para el enfermo o para el que tiene sueño, ni una casualidad como para el que está cansado, ni siquiera un placer como para el perezoso: era su estado normal. "
(...)
Creo que hasta el vivir te da pereza, ¿no es cierto? –preguntó Shtolz.
-Es cierto, Andréi, me da pereza.
Empezaste por no saberte poner solo las medias y acabaste por no saber vivir

Oblomov fragmentos.

Iván Goncharov, conocido escritor ruso, publicó el año 1959 Oblómov, novela costumbrista y de orientación realista. Trata la vida de un terrateniente llamado Iliá Ilich Oblómov, individuo indolente y apático que prácticamente en todo el transcurso de la novela permanece encerrado en casa. Es un hombre de aspecto rechoncho, dada su ineptitud para la acción y su preferencia por la cama. Todos sus amigos lo consideran como un holgazán, a pesar de su característica simpatía y su carácter bonachón. Zajar es su principal sirviente, y profesa hacia éste –a pesar de las continuas disputas entre ambos- respeto y fervor por su condición de noble. Tanto los terratenientes del tipo Oblómov, parásitos e inútiles, como los siervos del tipo Zajar, sumisos y fieles, eran típicos de la sociedad feudal y zarista.

Este terrateniente es refractario a todo tipo de cambio, cualquier mínima reestructuración de la vida cotidiana le resulta fastidiosa, provocándole un estrés considerable. El administrador de las propiedades de Oblómov es un estafador, y el protagonista no tienen ningún tipo de contacto con él ni con sus mujiks (campesinos), simplemente se ha despreocupado del asunto, considerando que el dinero caía como del cielo, por estar desvinculado del mundo laboral. Goncharov nos lo describe como un personaje tímido, poco dado a la vida en sociedad, en la cual se desenvuelve con cierta torpeza. Shtolz es el único amigo real de Oblómov, este personaje es un burgués emprendedor, de vida dinámica, e intentará sacar al protagonista del letargo en que se halla sumido y modificar un poco sus hábitos de vida.

Oblómov es el resultado de todo un proceso. Nacido en una familia de ricos terratenientes, nunca experimentó frío, hambre o penuria. Muy al contrario, pudo llevar una vida holgada. A esto se sumó la educación proporcionada por unos padres sobreprotectores, que consintieron de todo al niño y lo formaron en la cultura del miedo (“¿Qué haces? ¡No debes hacerlo! ¡No corras, no andes, no abras, te matará, cogerás frío…!”). De niño inhibido y consentido pasó a convertirse en un joven repleto de ideales, es decir, de toda esa bella retórica que da color a la vida pero que no desemboca en nada cuando el sujeto topa con la realidad. Fantasías líricas que quedan en un mundo de imaginación, que conducen a la apatía, y que convierten la vida cotidiana en una experiencia miserable y vacía. La lucha por la supervivencia se transformó en la lucha contra el aburrimiento. Oblómov no tiene que garantizarse la vida, tiene todas las necesidades cubiertas. Ni tan siquiera ha buscado una ocupación, algo para hacer. Nada le interesa, nada le divierte… ¿Es feliz una persona así, a pesar de todos sus caprichos, a pesar de todo el bienestar y la comodidad de la cuál está rodeado?… No, una persona así simplemente ha renunciado a vivir.