Sabe Javier que la cara de Maese Trotamundos es un poco triste, escéptica, bueno, además de inteligente. Trotamundos es muy inteligente, creo.
–Sí, es. ¿Le miró los ojos, los miró bien? Tienen muchos años esos ojos para un títere. El nació en 1933, ya llegó a la mayoría de edad y ya me hizo todos los reproches que se le hacen a un padre a esa altura. Me dijo: “Yo no hablo así, ésa no es mi voz. Usted no conoce la voz de ninguno de nosotros. No conoce nuestra manera de caminar. Nos hace caminar como camina usted”.
Usted ha dicho: “El títere es la sombra del hombre”.
–Es que están tan unidos. Puede ser así y también al revés. Yo quería hacer algo en que estuvieran unidos el titiritero, el títere y el teatro. Como si en las venas de los tres corriera la misma sangre. Y esta idea, este deseo que tengo de esta obra me hace doler el pecho. Yo creo que todo lo que uno ama es dolor.
Esto lo dice un personaje suyo, un titiritero miserable que anda por ahí con su hijo, su pequeño teatrito y tres personajes: la Novia, la Muerte y el Soldado. El dice: “Felices y desdichados aquellos que no aman su oficio”.
–Pobrecito del que ejerce su oficio sin dolor. Duele, duele el oficio. Cómo duele.
-¿Por qué siempre insiste en que es vagabundo?
-Vagabundo es el que anda, el que camina. Da la sensación de uno que no hace nada, o que camina por caminar, pero el vagabundo es el que va por los caminos y no sabemos qué pasa adentro de él, cuál es el motivo de esa huida. A lo mejor huye de sí mismo. O existe el vagabundo que da la vuelta a la manzana todos los días. O aquel que se va y anda y no sabe que es vagabundo. Todos lo son.
-¿Qué cosas tienen magia?
-¡Hay tantas cosas con magia! Afortunadamente sigue viviendo conmigo ese ser que tiene la fortuna de asombrarse. Una vez yo pensaba sobre lo que es el asombro. Sólo basta con asombrarse de poder asombrarse; parece una paradoja pero no lo es. Mucha gente pone paredes, redes, para no asombrase, como si el asombro nos apartara un poco de la realidad; esa gente que cree que la realidad no es el asombro, esa no entra adentro de él. Si cuando vas a poner la cabeza en la almohada antes de dormir hacés un recuento de lo que ocurrió en el día, las cosas que prevalecen, las que recordás con más entusiasmo son las que no te imaginabas que iban a pasar. Y no sólo para el tipo que camina por la calle buscando cosas, sino también para el que está todo el día en su casa. A veces hay días tan huecos que querés recordarlos y no podés.