jueves, 3 de diciembre de 2009

SENECA

La mayor parte de los mortales, oh Paulino, se queja de la malignidad de la Naturaleza, por habernos engendrado para un tiempo tan breve y porque este espacio de tiempo que se nos dio se escurre tan velozmente, tan rápidamente, de tal manera, que con excepción de muy pocos, a los restantes los destituye de la vida justo cuando para vivir se están preparando. Y no es sólo la turba y el vulgo imprudente que gimen de esto que creen un mal común; también este sentimiento ha provocado quejas de claros varones. De ahí viene aquella sentenciosa exclamación del príncipe de los médicos: La vida es breve; el arte largo. De ahí también aquella acusación indigna de un hombre sabio que a la Naturaleza hizo Aristóteles, en lid con ella, a saber: que sólo a los animales les otorgó vidas con mano tan larga, que la prolongan por cinco o diez vidas, y que al hombre, en trueque, engendrado para tantas y tan grandes cosas, lo circunscribió a término tan angosto.

De la brevedad de la vida