jueves, 28 de enero de 2010

Mario Romero

En la escalera
dos niños fingen
que cada uno es la sombra del otro.
Nosotros, desde la habitación en penumbras,
escuchamos atentamente el juego,
y sonreímos.

Sin embargo,
una ligera inquietud comienza a apoderarse
de nuestra escena cotidiana,
cuando sentimos que lo que esos niños dicen
es como en el arte;
que quienes sostienen esos diálogos
están desesperados,
en total desacuerdo con sus sombras provisorias,
y que probablemente estén en este cuarto,
sean uno de nosotros, sombra
fugaz del otro que no acaba de ensombrecerse.

“El arte trata sobre uno de nosotros”