En la faz del muro
él adivina la monstruosa
suma de pormenores.
No es nada.
Y es todo lo que él es.
Y si él no fuese nada, déjenlo entonces empezar
donde se encuentre a sí mismo, y que, como cualquier otro hombre,
aprenda el habla de este lugar.
Pues también él vive en el silencio
que viene antes de la palabra
de sí mismo.