miércoles, 10 de febrero de 2010

Patrick Süskind

La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer tranquilo en su habitación, que es su hogar. Esto lo dice Pascal. Pero Pascal fue un gran hombre, un Frangipani del espíritu, un verdadero artesano, y hoy en día nadie pregunta a estos hombres. Ahora se leen libros subversivos de hugonotes o ingleses, o se escriben tratados, o las llamadas grandes obras científicas en las que todo se pone en tela de juicio. Nada sirve, ya no; de improviso, todo ha de ser diferente. En un vaso de agua tienen que nadar unos animalitos que nadie había visto antes; la sífilis ha de ser una enfermedad muy normal y no un castido de Dios; Dios, si es que fue Él quien lo creó, no hizo el mundo en siete días, sino en millones de años; los salvajes son hombres como nosotros; educamos mal a nuestros hijos; y la Tierra ya no es redonda como hasta ahora, sino ovalada como un melón... ¡como si esto importara algo! En todos los terrenos se hacen preguntas, se escudriña, se investiga, se husmea y se experimenta. Ya no basta con decir que una cosa existe y describirla: ahora todo tiene que probarse, y mejor si se hace con testigos, datos y algunos experimentos ridículos. Todos esos Diderot, D´Alembert, Voltaire y Rousseau, o como se llamen esos escritorzuelos -¡entre los cuales hay incluso clérigos, y caballeros nobles, por añadidura!- la han armado buena con sus pérfidas inquietudes, su complacencia en el propio descontento y su desprecio por todo el mundo, ¡contagiando a la sociedad entera el caos sin límites que reina en sus cerebros!"



EL PERFUME