Al muchacho codignola
Querido muchacho,
sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada
de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión,
un nuevo vacío:
de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista,
como un dolor.
A los cuarenta años
yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad.
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lunes, 5 de enero de 2009
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Pier Paolo Pasolini
Cómo me hice marxista?
Y bien... iba entre las florecillas primaverales,
blancas y celestes,
que nacen justo después de las prímulas,
-y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana,
que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación
-y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas
que a lo lejos, en el país de mi madre,
con uno de esos nombres
intraducibles se las llama "fonde",
con los hijos de los campesinos que se bañaban inocentemente
(porque permanecían impasibles ante su vida
mientras yo los imaginaba conscientes de lo que eran)
escribía los poemas de "El ruiseñor de la Iglesia Católica".
Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,
se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.
Y es así como supe que eran jornaleros,
y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.
(Fragmento del poema inédito Poeta de las cenizas, hallado entre los papeles íntimos de Pasolini poco tiempo después de su asesinato. Escrito en Nueva York, posiblemente en agosto de 1966
Y bien... iba entre las florecillas primaverales,
blancas y celestes,
que nacen justo después de las prímulas,
-y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana,
que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación
-y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas
que a lo lejos, en el país de mi madre,
con uno de esos nombres
intraducibles se las llama "fonde",
con los hijos de los campesinos que se bañaban inocentemente
(porque permanecían impasibles ante su vida
mientras yo los imaginaba conscientes de lo que eran)
escribía los poemas de "El ruiseñor de la Iglesia Católica".
Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,
se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.
Y es así como supe que eran jornaleros,
y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.
(Fragmento del poema inédito Poeta de las cenizas, hallado entre los papeles íntimos de Pasolini poco tiempo después de su asesinato. Escrito en Nueva York, posiblemente en agosto de 1966
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