Pues, claro, se trata de las leyes de la naturaleza o de las conclusiones de las ciencias naturales o de la matemática. Cuando, por ejemplo, te demuestran que desciendes del mono, ya no tienes por qué enfurruñarte; acéptalo enhorabuena. Cuando te demuestran que una gotita de tu propia grasa debiera ser en realidad más preciosa para ti que cien mil de tus prójimos, y que tal demostración acaba con todo eso que llaman virtudes, deberes y demás fantasías y prejuicios, acéptalo sin más, porque no cabe hacer otra cosa, ya que dos por dos es … matemática. O si no lo crees así, trata de demostrar lo contrario.
“Pero, hombre – le gritarán -, es inútil rebelarse contra ello: ¡dos por dos son cuatro! La naturaleza no le pide a usted su opinión; a ella no le importan los deseos de usted, ni si le gustan o no le gustan sus leyes. Está usted obligado a aceptarla tal cual es y, por ende, todos sus resultados. O sea, que un muro de piedra es un muro de piedra …,etc.,etc.,” pero, Dios santo, ¿qué me importan a mí las leyes de la naturaleza y la aritmética cuando, por el motivo que sea, no me gustan esas leyes ni tampoco el que dos por dos son cuatro? Ni que decir tiene que nunca podré romper ese muro de piedra a cabezazos si no tengo fuerza bastante para ello, pero nunca me resignaré ante él sólo porque sea un muro de piedra y porque no tengo fuerza bastante para derribarlo."
MEMORIAS DEL SUBSUELO ; fragmento