Solo nos seducen los espíritus que se han destruido por haber querido dar un sentido a sus vidas", escribe. Ciorán realza la destrucción que el vértigo de quienes han vivido al borde les ha causado in extremis ora con la palabra ora con la sabiduría, uno de sus venenos.La no-existencia es el nirvana de Ciorán. No-existe aquel que logra la liberación.
¿Qué es esta? Ciorán en su obra dice que solo aquel quien se rebele o se aparte de las palabras será libre. El mundo de la nada, el eterno vacío, esa es la libertad, en la que el humano ha roto todo lazo, especialmente el de las sensaciones.
Adiós a la felicidadCiorán es el filósofo antiexistencialista por antonomasia. El ser ya no es la esencia de la existencia sino el no-ser.
Adiós a la felicidadCiorán es el filósofo antiexistencialista por antonomasia. El ser ya no es la esencia de la existencia sino el no-ser.
Ciorán representa la muerte del existencialismo, es el cadáver del siglo XX y el feto del siglo XXI.El autor se opone a la búsqueda de la felicidad como se ha planteado a través de filosofías orientales y propone disfrutar de la desdicha a través de un moderno epicureísmo.El no-ser parte de la pesadilla en la que este no es compatible con el mundo exterior y su negativa ante el objeto por lo que de antemano la idea de bien se anula, allí aparece la imagen del diablo, no como el supremo dios de la maldad sino como un arquetipo del no-ser, de la negativa entregada hacia el universo presente.
Hasta dilucidar el aniquilamiento pre no-ser, que está simbolizado por la muerte, el hombre debe ser un vertiginoso poeta, como los malditos, debe habitar en la comarca de la palabra como un súbdito más.La muerte es la gran nada, superior a la existencia para Ciorán.
El gran "sí es el sí a la muerte"."La muerte solo nos da vértigo para elevarnos por encima de nosotros mismos, a idéntico título que el amor", manifiesta el pensador.La muerte un día vendrá aclamada por el miedo del hombre para romper el yugo que le impone el reino de la palabra.
FRAGMENTO:
"Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada. Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos."