viernes, 6 de febrero de 2009

FRANZ INNERHOFER


DIAS HERMOSOS.


LIBRO DURO.

DOLOROSO.

DESASOGANTE.

DIFICIL DE SOPORTAR.

Se sumerge en infiernos humanos sin limar ni edulcorar

y que revelan inimaginables estados de semiesclavitud campesina,

de los que no está ni a salvo el ciclo obligado de las edades,

en concreto la tregua misericordiosa de la infancia.


En la granja 48, en un valle de los Alpes austriacos, se trabaja todo el tiempo, dentro de un sistema, insólito por la época y la latitud (Austria, años cincuenta), cercano a la esclavitud, en un ámbito casi concentracionario: trabajos pesados del campo, tareas terribles, que entraña la pelea constante con una naturaleza indisciplinada, donde se hace notar la dependencia feroz que el hombre tiene de las cosas. Holl es hijo natural del propietario de la granja 48, ?el amo? Lechner, y vive con él y con su familia legítima en la aldea de Haudorf. Su vida en ese lugar tiene que ver estrictamente con el ordenamiento de las labores (cuidar los animales; cultivar la tierra; acarrear el estiércol; limpiar los establos; etc.), sin otra ambición que la de no herirse con una herramienta. Además, el padre de Holl somete al niño a un despiadado régimen de palizas que acentúan la precariedad de una existencia que no entiende y ensombrecen su delicada sensibilidad. Utiliza con él la misma disciplina que exige a los animales, y sus métodos educativos no son ?otra cosa que ejercicios de doma?. Holl tiene once años, se orina en la cama, y se siente humillado en ese mundo paterno, al que aborrece: ?Desde el momento de despertar hasta el momento de dormir respiraba desamparo?. Quitándole gruesas capas de idealización a los modelos de literatura nostálgica de asunto agreste, Franz Innerhofer lanza en Días hermosos una violenta acusación al mundo arcaico del campesinado del pasado siglo XX, hecho de ignorancia y de explotación del hombre por el hombre, a través del cual prosiguió él, sin embargo, una ardua búsqueda de su identidad.