viernes, 20 de marzo de 2009

"El hombre es capaz de hablar sólo sobre lo que no es, y, a decir la verdad, es capaz de hablar solamente sobre lo que no es. El hombre habla sobre lo que todavía no es, sobre lo que ya no es y fracasa lamentablemente cuando trata de hablar sobre lo que es… Siempre hemos confesado que la verdad no se expresa, pero se vive, se vive fuera del lenguaje. Pues el lenguaje no es un instrumento destinado a enunciar lo que es, pero a expresar lo que no satisface al hombre y a formular lo que desea; su contenido no está formado por lo que es sino por lo que no es."
Lógica de la Filosofía.ERIC WEIL

Para protegernos contra las arremetidas del mundo exterior, siempre tenemos el recurso de refugiarnos en nuestros pensamientos. El repliegue sobre sí mismo puede dar el sentimiento que “Yo me entiendo, porque me pertenezco a mí, porque mi pensamiento me pertenece y porque estoy inmerso en él”. ¿Pero, esta intimidad del ego es realmente inteligente y consciente de sí misma? ¿Existe un pensamiento claro cuando no hay expresión? El repliegue sobre sí mismo puede muy bien relevar del mutismo y de la confusión. Es muy fácil decir que el hombre se expresa porque piensa, pero este pensamiento debería entonces ser consciente de sí mismo. ¿Puede el pensamiento ser consciente fuera de su expresión a través de un lenguaje? ¿El lenguaje contribuye a la formación del pensamiento?
No se entiende muy bien como se podría pensar una idea sin palabras, sin un lenguaje. Al contrario el flujo de la consciencia puede existir sin el lenguaje, en forma de consciencia inmediata. Es el caso de los sentimientos. El sentimiento está aquí por sí mismo. Brota sin ser originado por el lenguaje. Está aquí primero como sentimiento. Lo que siento no viene de las palabras, estas vienen después para tratar de explicar o comentar sobre esto. De hecho, muy a menudo, el lenguaje se vuelve torpe hasta el punto de tener que buscar sus palabras para expresarse. Existe entonces un paso para expresar lo vivido a través del lenguaje. Y este paso puede tener éxito como puede fracasar lo que significa que hay una especie de deformación del pensamiento en el lenguaje.
Lo vivido es lo “inmediato” de lo que se siente, de lo que se da sin distancia, mientras el lenguaje es por definición un mediador de la comunicación, es un intermediario. No puede ser tan íntimo como el vivido. El lenguaje releva de lo general, mientras el sentimiento releva de lo singular. En este sentido Bergson escribió: “Cada uno tiene su manera de amar y odiar y este amor, este odio refleja su personalidad entera. Sin embargo, el lenguaje designa estos estados con las mismas palabras para todos los hombres; así el lenguaje pudo fijar solamente el aspecto objetivo e impersonal del amor, del odio y de los miles de sentimientos que alteran el alma”. Cada uno es un ser singular diferente de cualquier otro. El peso de las idiosincrasias del ego marca cada instante vivido. El momento vivido es original y renovado a cada instante de la vida y el lenguaje no puede seguir el ritmo de esta renovación y tampoco reflejar su aspecto original y singular. El lenguaje está hecho de banalidades útiles para la comunicación y no para la expresión sutil de los matices del momento vivido.
Agregamos a eso que, como sea, en un mundo donde cada uno se atiene a su rol, a su función social, es suficiente con tener un código standard para vehicular lo que el pensamiento común requiere: es decir más que todo estereotipos. El lenguaje, en la comunicación práctica diaria es tan banal como es, por naturaleza, anónimo e impersonal.
¿Significa eso que lo vivido, el flujo emocional no se puede expresar, no se puede decir? ¿Son los sentimientos indecibles?
Debemos admitir que, si las palabras son a veces torpes, sería mejor preferir el mutismo a la expresión. La expresión puede conllevar una “traición” que se evita al esconder sus sentimientos, emociones o ideas. El pensamiento queda inconmensurable con el lenguaje y si el lenguaje es tan limitado, queda sólo callar (les recomiendo la lectura del bellísimo pero terrible poema Silentium de Fiodor Tiutchev). Pero se dice también que el amor alimentado de mutismo se muere.
A pesar de sus limitaciones el lenguaje es capaz de mucha flexibilidad de evocación.
Lo que hace la grandeza del escritor enfrentado a tantas limitaciones es ser capaz de sobrepasarlas. La expresión literaria es la alquimia que transforma el lenguaje ordinario. Es necesaria toda la magia de la poesía para despertar el lenguaje al mismo tiempo que un pensamiento que la opinión común no piensa. Eso es la misión del escritor. La palabra poética es esta magia que nos seduce cuando leemos una poesía o una novela bien escrita. Encontramos un placer especial en la belleza de la lengua. El mismo Platón acudía con frecuencia a la metáfora o los mitos para superar las posibilidades de la dialéctica lógica. Era una manera hábil, poética, ilustrada de sugerir un sentido que no se desglosa en conceptos racionales. Es lo que logra el lenguaje poético que, por su naturaleza misma, se emancipa de las coacciones del lenguaje del concepto. Debemos elogiar la belleza de estilo, nos cura de la trivialidad de la lengua común.
El concepto es nada sin la palabra (el logos). Encerrado en el blokhaus impenetrable del yo, bañando en mi intimidad personal, puedo creer disponer de una idea clara, pero lo que retengo para mí no lo he pensado todavía, solo lo he sentido de manera confusa. Expresarse (ex – presarse) es salir de mí para tomar consciencia de mi propio pensamiento a través de las palabras. El lenguaje sería una concha vacía si un pensamiento no estuviese alojado en ella. De igual manera lo que retengo para mí sería una “fermentación oscura” de mi intimidad si no llegase a la luz a través de la palabra. “Es el sonido articulado, la palabra, que solo nos ofrece una existencia donde lo externo y lo interno están tan íntimamente unidos”.
Todo intento para definir el pensamiento como independiente del lenguaje parece llevar al fracaso. No podemos formular un pensamiento de contenido intuitivo preciso sin recurrir a las palabras. Querer pensar sin palabras es algo insensato. Lo inefable es un estado de confusión mental en el cual no sabemos lo que pensamos y chapoteamos en las miasmas de una interioridad borrosa.
¿Qué sucede cuando se dispone de un vocabulario muy limitado, o cuando no se tiene a disposición de signos como las palabras? Es en el contacto con la lengua que la cultura se adquiere y solo una mente educada puede desarrollar todas las riquezas del pensamiento. Sin embargo existe también la amenaza del “verbalismo”. No es suficiente saber hablar y hablar mucho para saber pensar. El diluvio verbal puede reflejar un pensamiento confuso y delirante. Todo depende de la claridad de la consciente que se expresa, de la motivación de su intención de significado. A mi parecer la bulimia de palabras en el rap se desarrolla como un comentario indefinido del cotidiano, con tono monocordio, resignado. El rap, en su expresión es un testimonio sociológico de nuestro mundo actual pero también tiene la ambigüedad de una expresión donde el flujo torrencial aturde el pensamiento
Consecuencia importante, por cuanto podemos decir que el verdadero pensamiento se encuentra en las palabras, no podemos por eso declarar que el pensamiento, es el lenguaje. Lenguaje y pensamiento son interdependientes, pero nunca coinciden. El lenguaje nunca habla solo para no decir nada, es el pensamiento que da vueltas y se repite. Tampoco el pensamiento es lenguaje. No se consigue un sentido pegando al azar una palabra tras otra.
Una lengua se habla. La palabra es la expresión viviente de la conciencia que le da un alma al lenguaje. Yo significo con la palabra, de igual manera que significo por mi mirada, por mi gesto, con todo mi cuerpo. El otro me significa con la mínima actitud corporal, con una sola mirada. Por nuestra existencia misma nos expresamos bien sea en el campo verbal como no-verbal. La subjetividad forma una totalidad que envuelve el cuerpo y significa en sí. La expresión humana es como un baile que conlleva su sentido, atavismo que seguro se mantuvo vigente en la evolución. Nuestro cuerpo se expresa de manera muy elocuente. Es el resplandor concreto y carnal del alma. No habla en el lenguaje del concepto pero entre el rostro de otro y yo existen construcciones mentales. Podemos escuchar la presencia carnal de otro.
De hecho muy claramente podemos ilustrar este fenómeno con un ejemplo muy simple: las mismas palabras recibidas en una carta pueden adquirir un significado muy diferente al que le podamos dar si tenemos el otro frente a nosotros, o al teléfono. La vibración de una voz, su calor, la expresión de una presencia a través de las palabras. Es la Presencia, inteligente y sensible, que se comunica en las palabras. La palabra viviente es ese movimiento, una entrada en el universo del decible y de la comunicación. La lengua es ella misma una invitación poética, lenguaje del corazón como de la razón. Este valor sensible es lo que permite al lenguaje de expresar, o hacer presentir, el sentimiento de la belleza.
En vez de ser trivial y banal, puede ser también poético. El poeta, el escritor, hacen vivir el lenguaje a un nivel superior devolviéndole su función metafórica, su música interior, su poder de embelesar el corazón y llamar al imaginario. Decimos a veces que la poesía hace un “uso” diferente de las palabras, pero es falso. La palabra es, en su origen, poética y el acto poético de la palabra es un regreso a la fuente desde la cual corre toda significación en el lenguaje. Existe en la poesía un misterio de la palabra que la razón lógica no alcanza, un misterio que se abre cuando somos capaces de escuchar. Ser capaz de escuchar es entrar en comunicación con el silencio alojado entre las palabras, el silencio que hace que las palabras mismas estén sublevadas hasta niveles insospechados.
Si la palabra es reveladora del sensible es porque lo que somos se refleja en nuestro lenguaje. Nuestra palabra se nos parece, es tan frívola, superficial, falsa, estúpida, codiciosa, terca, soberbia e insensible como nosotros. De igual manera puede ser inocente, clara, franca, fuerte como inteligente, sensible, profunda y delicada, lo que somos cuando nuestra vida es más verdadera. Lo que está en juego en relación al lenguaje, es en el fondo nuestra propia comprensión de la esencia de la Vida.
MARTINE