miércoles, 10 de febrero de 2010

JUAN ANGEL BUESA

Quizás, estando sola, de noche, en tu aposento,

oirás que alguien te llama, sin que tú sepas quién;

y aprenderás entonces que hay cosas como el viento,

que se están yendo siempre, pero que no se van.


Y también es posible que una tarde de hastío,

como florece un surco, te renazca un afán;

y aprenderás entonces que hay cosas como el río,

que se están yendo siempre, pero que no se van.


O, al cruzar una calle, tu corazón risueño

recordará una pena que no tuviste ayer;

y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,

cosas que nunca han sido, pero que pueden ser.


Por más que tú prefieras ignorar estas cosas,

sabrás por qué suspiras oyendo una canción;

y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,

cosas que son hermosas sin saber que lo son.


Y una tarde cualquiera sentirás que te has ido,

y un soplo de ceniza secará tu jardín;

y aprenderás entonces que el tiempo y el olvido

son las únicas cosas que nunca tienen fin.