LIBRO DEL DESASOSIEGO.
FERNANDO PESSOA
He sido siempre un soñador irónico,
infiel a las promesas interiores. He gozado siempre, como otro y
extranjero, de las derrotas de mis devaneos, asistente casual a lo que
pensé ser. Nunca he dado fe a aquello en que he creído. He llenado mis
manos de arena, le he llamado oro, y he abierto las manos de toda ella,
escurridiza. La frase había sido la única verdad. Una vez dicha la
frase, todo está hecho; lo demás era la arena que siempre había sido.
Si no fuese por el soñar
siempre, por el vivir en una perpetua enajenación, podría, de buen
grado, llamarme un realista, es decir, un individuo para quien el mundo
exterior es /una nación/ independiente. Pero prefiero no darme nombre,
ser lo que soy con /cierta/ oscuridad y tener para conmigo mismo la
malicia de no saberme prever.
Tengo una especie de deber
de soñar siempre, pues, no siendo más, ni queriendo ser más, que un
espectador de mí mismo, tengo que tener el mejor espectáculo que puedo.
Así me construyo con oro y sedas, en salas supuestas, tablado falso,
escenario antiguo, sueño creado entre juego de luces suaves y músicas
invisibles. (...)