martes, 31 de marzo de 2009

MAO


NINGUNA PERSONA PUEDE IMPEDIR QUE
EL PAJARO OSCURO DE LA TRISTEZA VUELE
SOBRE SU CABEZA, PERO LO QUE SE PUEDE
IMPEDIR ES QUE ANIDE EN SU CABEZA.

CAETANO VELOSO

CUAN BONITO PÚEDE SER UN SER.

cancion dedicada de su hijo en el disco, PRINDHA MINHA .

sábado, 28 de marzo de 2009

WALTER BENJAMIN

El lenguaje ha supuesto inequívocamente que la consciencia no sea un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de acercar a su propio pasado sepultado debe comportarse como un hombre que cava. Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Éstos no deben tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas; esparcirlo como se esparce tierra, levantarlos como se levanta la tierra al cavar. Pues los estados de cosas son sólo almacenamiento, capas, que sólo después de la más cuidadosa exploración entregan lo que son los auténticos valores que se esconden en el interior de la tierra: las imágenes que, desprendidas de todo contexto anterior, están situadas como objetos de valor –como escombros o torsos en la galería del coleccionista- en los aposentos de nuestra posterior clarividencia. Y no cabe duda que para emprender excavaciones con éxito se requiere un plan. Pero igual de imprescindible es la prospección cuidadosa de tanteo en la oscura tierra, y aquel que guarde en su escrito únicamente el inventario de los hallazgos sin incluir esta oscura suerte del propio lugar exacto donde los ha encontrado, ése se está privando a sí mismo de lo mejor. La búsqueda desafortunada forma parte de ello tanto como la afortunada, de ahí que el recuerdo no deba avanzar de un modo narrativo, ni menos aún informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los antiguos mediante capas cada vez más profundas.

Sin duda hay incontables fachadas de la ciudad que están exactamente igual que en mi infancia; pero cuando las miro no me encuentro con mi propia infancia. Con demasiada frecuencia las han rozado mis miradas desde entonces, con demasiada frecuencia han sido decoración y escenario de mis paseos y recados. Y las pocas que constituyen una excepción a esta regla –sobre todo la iglesia de San Mateo en la plaza de San Mateo- quizá sólo lo sean aparentemente. Pues ¿realmente he visto de niño con frecuencia, o he conocido siquiera ese rincón, tan apartado como está? No lo sé. Eso que hoy me dice se lo debe probablemente en su totalidad a la propia arquitectura: a la iglesia con sus dos angulosos tejados a dos vertientes encima de las naves laterales y con el ladrillo amarillo y ocre del que está hecha. Es una idea pasada de moda con la que sucede como con algunos edificios pasados de moda; aunque por supuesto no han sido pequeños con nosotros, aunque tal vez ni siquiera nos conocían cuando éramos niños, sin embargo saben muchas cosas de nuestra infancia y los amamos por ello. Pero yo me encontraría a mí mismo muy cambiado actualmente, a esta edad, si tuviese el valor de cruzar la puerta de cierta casa por la que he pasado de largo miles de veces. Una puerta situada en el Viejo Oeste. Aunque ni ella ni la fachada de su casa le dicen nada ya a mis ojos. Las plantas de los pies seguramente serían las primeras que, una vez cerrada la puerta de la casa detrás de mí, me avisarían de que habían encontrado en mi propio interior la distancia y el número de los ya pisados escalones, de que al entrar en esta pisada escalera que une las plantas del edificio habían encontrado viejos rastros, y si no vuelvo a cruzar el umbral de esa casa es por miedo a que un encuentro con ese interior de la escalera que, en su retiro, ha conservado la capacidad de reconocerme que la fachada ya perdió hace mucho tiempo. Pues ella, con sus cristales de colores, ha permanecido igual, pero en el interior, donde se habita, nada siguió siendo como antes. Monótonos versos llenaban los intervalos de los latidos de nuestros corazones cuando, agotados, hacíamos una pausa en el descansillo que hay entre las plantas. En ellas se reflejaba la luz del atardecer, o bien relampagueaba una ventana de la que una mujer de marrón castaño con una copa salía flotando como la Madonna de Rafael de una hornacina, y mientras los cordones del cartapacio me cortaban en los hombros yo tenía que leer: El trabajo es el adorno del ciudadano, el éxito es la recompensa del esfuerzo. Afuera llovía otra vez. Uno de los cristales de colores estaba abierto, y al ritmo de las gotas se continuaba escaleras arriba.

Nunca me he tumbado en la calle en Berlín. He visto el arrebol del crepúsculo y el de la aurora, pero entre medio estaba cobijado. Sólo saben algo de una ciudad que yo no conozca aquellos para quienes la miseria o el vicio la han convertido en un paisaje por el que vagan desde el anochecer hasta el amanecer. Yo siempre he encontrado un alojamiento, si bien algunas veces era uno tardío y además desconocido que no volvía a ocupar y en el que tampoco estaba solo. Cuando a esas horas tan tardías me detenía bajo un portal, mis piernas se habían enredado en las cuerdas de la calle, y no eran precisamente las manos más limpias las que me liberaban.

Los recuerdos, incluso cuando se extienden en detalles, no siempre representan una autobiografía. Y con toda seguridad esto no lo es, ni siquiera en lo referente a los años de Berlín, que son de los que únicamente aquí se trata. Pues la autobiografía tiene que ver con el tiempo, con el transcurso y con aquello que constituye el constante fluir de la vida. En cambio aquí se trata de un espacio, de momentos y de inconstancia. Pues aunque también aquí aparecen meses y años, lo hacen en la forma que tienen en el momento de la rememoración. Esta extraña forma –llámese fugaz o eterna-, en ningún caso la materia de la que está hecha es la de la vida. Y eso se revela aún menos en el papel que aquí desempeñará mi propia vida que en el de las personas que eran –cuando fuese y quienes fuesen- las más próximas a mí en Berlín. El ambiente de la ciudad que aquí se evoca sólo les permite a ellas una breve y vaga existencia. Se introducen furtivamente en sus paredes como mendigos, emergen fantasmalmente en sus ventanas, para luego desaparecer, husmean por los umbrales igual que un genius loci, y si efectivamente ellas llenan incluso barrios enteros con sus nombres, lo hacen del mismo modo que el nombre de un muerto llena la lápida de su tumba. El Berlín sensato y ruidoso, la ciudad del trabajo y la metrópoli del tráfago, realmente se ha mostrado no menos sino más bien más llena que algunas otras de muertos en los lugares y en los instantes en que da testimonio de esos muertos, y tal vez el oscuro sentido de estos instantes, de estos lugares, sea más que cualquier otra cosa lo que le da a la infancia eso que la hace tan difícil de comprender y al mismo tiempo tan seductoramente atormentadora como los sueños medio olvidados. Pues la niñez, que no conoce ninguna oposición preconcebida, tampoco conoce ninguna sobre la vida. Se muestra tan artificialmente unida (aunque no menos reservada) al reino de los muertos, allí donde éste surge introducido en el de los vivos, que a la propia vida. Es difícil saber hasta dónde es capaz un niño de remontarse; depende de muchas cosas: de la época, del entorno, de la naturaleza y de la educación. Que mi sensibilidad a esa tradición de la ciudad de Berlín que no se deja refundir en unos cuantos datos sobre la redada de Stralau, Fridericus mil ochocientos cuarenta y ocho, es decir, a esa tradición topográfica que representa la unión con los muertos de este suelo, sea limitada, está determinado por el hecho de que las familias de mis padres no fueran nativas de aquí. Esto pone sus límites al recuerdo infantil, y es éste, más que la propia experiencia infantil, la que se expresa a continuación. Pero por donde quiera que discurra este límite, es seguro que la segunda mitad del siglo XIX está a este lado del mismo, y a ella es a la que pertenecen las siguientes imágenes, no en el sentido de imágenes generales sino en el de aquellas que según la teoría de Epicuro se disocian constantemente de las cosas y condicionan nuestra percepción de ellas.

A la espalda quedaba el almacén, con las peligrosas y pesadas puertas que dentro de las fuertes espirales oscilaban elásticamente, y ahora se había entrado en el embaldosado, que estaba resbaladizo por el agua del pescado o por el agua de fregar y sobre el que tan fácilmente se podía uno resbalar con zanahorias o con hojas de lechuga. Detrás de separaciones de alambre, cada una provista de un número, reinaban las mujeres de torpes movimientos, sacerdotisas de Ceres en venta, mercaderes de todos los frutos del campo y del árbol, de todos los pájaros, peces y mamíferos comestibles, alcahuetas, colosos intocables, de lana de labores, que de puesto a puesto se entendían temblando como un relampagueo de los grandes botones de nácar o con un golpe al negro delantal retumbante o al monedero lleno de dinero. Bullía, brotaba y se hinchaba bajo el dobladillo de sus faldas, ¿no era éste el verdadero suelo fértil? ¿No arrojaba a sus regazos un dios del mercado en persona los artículos –fresas, mariscos, setas, masas compactas de carne y de berza-, invisiblemente presente junto a ellas, que se le encomendaban mientras que, apáticas y silenciosas, pasaban revista a las filas de las amas de casa indecisas que, cargadas con cestos y bolsos, se afanaban en conducir a su cría delante de ellas por esas callejuelas resbaladizas de mala reputación? Y cuando en invierno se encendían temprano por la tarde las lámparas de gas, uno creía de pronto sumergirse y sólo entonces sentir en el suave resbalar la profundidad que se esconde bajo la superficie marítima que, perezosa y traslúcida, se movía en las aguas estancadas y vidriosas

Crónica de Berlín (fragmento)
Del libro "Escritos Autobiográficos",
http://www.revistacontratiempo.com.ar

DON ALFREDO ZITARROSA


Cómo haré para tomarte en mis adentros,
guitarra…
Cómo haré para que sientas mi torpe amor,
mis ganas de sonarte entera y mía…
Cómo se toca tu carne de aire,
tu oloroso tacto,
tu corazón sin hambre,
tu silencio en el puente,
tu cuerda quinta,
tu bordón macho y oscuro,
tus parientes cantores,
tus tres almas, conversadoras como niñas…
Cómo se puede amarte sin dolor,
sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan…
Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos,
guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos…
Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre,
sin inundar tu corazón de sombras,
de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia,
de silencio, de lágrimas idiotas…
Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa…
Hoy por la tarde anduvo, entre papeles,
averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida,
cuánto tiempo perdí,
cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas,
cuando tenía dos novias, un lindo jopo,
dos pares de zapatos,
cuando no había televisión,
ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador,
esa novela canallesca escrita por un loco...
Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado,
buscando los veranos del 40,
los muchachitos bajo la manguera,
las siestas clandestinas, los plátanos del barrio,
asesinados, tallados en el alma...
Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía,
mis amigos, sus nombres, las noches de café Montevideo,
las encomiendas por la Onda con olor a estofado,
revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir,
revisando a mi madre, su hemiplegia,
al Uruguay batllista,
a Aristides querido,
a mis anarcos queridos bajo bandera,
bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables...
Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono,
distintos bajo los dedos índices, l
as fotos, el termómetro,
los muertos y los vivos,
los pálidos fantasmas que me habitan,
sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes,
bajo sospecha de subversión...
Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle,
ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Aristides,
ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin,
ni al Uruguay ni a nadie.
Ni a los muertos Fernández más recientes...
A mí tampoco me encontró...
Yo había tomado un ómnibus al Cerro
e iba sentado al lado de la vida...
Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles...
Pregunté en una esquina por la hora,
y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida,
junto con su almuerzo...
Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas...
Y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa,
por todas las ventanas de todo el barrio,
por todas las ventanas de todos los cuarteles
y de todas las cárceles,
por todas las ventanas de los hospitales...
La noche entrará, cabeceando, saltará para adentro,
sombra a sombra a la luz del farol...
Y se echará en el piso como un perro...
Y aguardará hasta la madrugada... Hoy...
Dejaré las puertas y las ventanas de mi casa,
abiertas, para siempre...
Mi corazón está mejor situado que mi casa...
Mi casa, más cercada que mi barrio...
Mi barrio, cercado por mi pueblo...
En mi barrio vive el Presidente,
cercado por un muro casi derrumbado...
Temblando, con el frontal partido con el marrón, por el marronero,
cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res...
Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento...
Balando al descuajarse su osamenta,
ya sólo un pobre costillar enorme,
ya sólo un pobre cuero y sangre,
media tonelada de huesos astillados,
hincados en toda esa vida temblorosa y atónita...
Ahí se va alzando, como un pesadopingajo,
atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba,
que la alza por un hojal abierto
en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental,
en plena media tonelada de monstruoso dolor,
incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta,
como un escarabajo que no piensa,
mientras medita lentamente por qué duele tanto
y por qué duele qué parte de quien es ella misma,
la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes,
que nunca habían dolido y que eran tantas partes,
tan extensas...
Y que pastando nunca había dolido...
Haciendo leche, esperma, músculos,
crin y cuero y cornamenta viva,
que eran la vida misma manando hacia sus adentros,
vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros...
Y nunca habían dolido... Ya está colgada...
Las patas delanteras se enderezan,
se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba,
implorantes y fatalmente rígidas,
rematadas en cortas pezuñas
que hace un instante amasaban el barro del corral,
el estiércol de otros cien balidos,
Dinosaurios del siglo de las máquinas,
nacidos para morir de un marronazo...
Ahora ya es carne azul colgada en la heladera:
"Uruguay for export"...
Aquella res, que murió de un marronazo,
cayó y tembló todo el frigorífico...
Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente,
de dos dedos de espesor,
mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto,
alcanzó a comprender que había otra res delante,
balando, que ya se la llevaba el gancho...
Y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos...
Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también,
con un ojo reventado una guampa partida,
deshecha, también cayó y tembló la tierra,
tembló el marrón, tembló el marronero;
la res, murió temblando de dolor y de miedo...
De un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...

En la punta del agua, una flor blanca,
luminosa, de quince dólares, se hace chispa,
se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas,
llora, se agita,
la catapulta en chorro de agua y sube como bola en el aire...
Está naciendo siempre,
mientras el agua canta en esa fuente de la boite...
Entre aplausitos, al compás de la orquesta,
blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire...
Subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada...
Gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo,
renace, llora por el chorro azul-blanco
de la fuente como si fuera planta
que la cría -y que no es- ...
y sin embargo, así seguirá abriéndose,
muriendo, hinchándose y flotando, mientras dure la noche,
su belleza infantil de ingeniería,
su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso...
El gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación,
esas hembras, el mozo, esos señores...

Hace un buen rato ya que doy trabajo
y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma,
a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios,
a las malas costumbres de mis canciones,
que de algún modo siempre fueron nuestras,
vos lo sabés, guitarra negra...
Hoy reanudo en un cómico enderezo
la hora de ayer parada en su nostalgia.
Me hacen sufrir las alas que me puse para volar,
mas grito y se alzan, gimo y me acompañan,
río y baten de a dos, como que están amándose y se odian,
sin embargo mis dos alas se odian, se enderezan,
se hacen amigas mías para llevarme por todas partes:
allá está la canción, aquí la nada...
Más allá el pueblo y más acá el amor...
Pero el pueblo está también más acá...
Y antes estaba allá también, detrás del pueblo el pueblo...
Hemos viajado por todos mis caprichos y el pueblo hozando el piso,
amándose con alas como las mías...
Odiando su destino, odiándome y amándome sin alas,
con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas...
Y sus mil bocas dicen: "Ahora, la suerte ya está echada..."

La mariposa viene hacia mí en la calle,
en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando,
por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente...
Y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte...
Y que no buscaba la muerte también vi,
porque no era mariposa de la ciudad de hierro,
ni nacida para eso, sino que era mariposa nada más,
en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente...
Buscando en ese bailar loco y frágil un ala,
un grano, una pizca de polen en el cemento...
Porque la mariposa nace y no aprende
nada hasta que muere en cualquier sitio,
herida de muerte por su semana justa,
por su tiempo preciso, por su sórbito de vida ya bebida...
Eso no es tan triste...
Triste es ver su cadena de huevos en el hollín,
depositados junto a un río de aceite,
a la sombra de las altas paredes de cemento...
Su cadena de huevos de seda...

Hago falta...
Yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco,
si no estoy...
Siento que hay un sitio para mí en la fila,
que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta,
que defraudo una espera...
Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero,
el amor del que me aguarda lastimado...
Falta mi cara en la gráfica del pueblo, mi voz en la consigna,
en el canto, en la pasión de andar,
mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo...
Los 7 ojos míos en la contemplación del mañana...
Mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra,
mi lengua en el idioma de todos,
el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra...
Dice Enrique, mi hermano,
que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame,
lamiéndose, una herida quieta allá al fondo,
sentado en su escalón...
Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga.
Dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra,
darte lo que de vida tengan mis urgencias
será amar más y más a Jaime;
amarlo, más de veras...
Por su alma,
su propio perro mordedor bajo el garrote,
el cable, el puñetazo,
la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto...
La olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear...
Sino con hambre y Rita y José Luis,
con Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio...
Y por todos nuestros muertos...
Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste,
ladrador, campesino, a veces manso o vigilante,
que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe...
cual casi todo perro popular,
vagará por tus anchas veredas,
tus milongas sangrantes... hasta morir también...
Tal vez un día...
De soledad y rabia...
De ternura...
O de algún violento amor: de amor… sin duda.

viernes, 27 de marzo de 2009

ISAK DINESEN

TODAS LAS PENAS PUEDEN SOPORTARSE SI LAS PONEMOS EN
UNA HISTORIA O CONTAMOS UNA HISTORIA SOBRE ELLAS.

PICO DE LA MIRANDOLA

CUANDO DIOS HA COMPLETADO LA CREACION DEL MUNDO, EMPIEZA A CONSIDERAR LA POSIBILIDAD DE LA CREACION DEL HOMBRE, CUYA FUNCION SERA MEDITAR, ADMIRAR Y AMAR LA GRANDEZA DE LA CREACION DE DIOS.

PERO DIOS NO ENCONTRABA UN MODELO PARA HACER EL HOMBRE.POR LO TANTO, SE DIRIGE AL PROSPECTO DE CRIATURA, Y EL DICE .

NO TE HE DADO NI ROSTRO NI LUGAR ALGUNO QUE SEA PROPIAMENTE TUYO,
NI TAMPOCO NINGUN DON QUE TE SEA PARTICULAR, ¡ OH ADAN !,
CON EL FIN DE QUE TU ROSTRO, TU LUGAR Y TUS DONES SEAS TU QUIEN LOS DESEE,
LOS CONQUISTE, Y DE ESE MEDOD LOS POSEAS TI MISMO.
LA NATURALEZA ENCIERRA A OTRAS ESPECIES DENTRO DE LAS LEYES POR MI ESTABLECIDAS.
PERO TU, A QUIEN NADA LIMITA, POR TU PROPIO ARBITRIO, ENTRE CUYAS MANOS YO TE HE ENTREGADO, TE DEFINES A TI MISMO.
TE COLOQUE EN MEDIO DEL MUNDO PARA QUE PUDIERAS CONTEMPLAR MEJOR LO QUE EL MUNDO CONTIENE.
NO TE HE HE HECHO NI CELESTE, NI TERRESTRE, NI MORTAL, NI INMORTAL, A FIN DE QUE TU MISMO, LIBREMENTE, A LA MANERA DE UN BUEN PINTOR, DE UN HABIL ESCULTOR,
REMATES TU PROPIA FORMA.

NIETZSCHE

A VECES EL VALOR DE UNA COSA NO RESIDE EN LO QUE CON ELLA SE CONSIGUE,
SINO EN LO QUE POR ELLA SE PAGA, EN LO QUE NOS CUESTA.
CONSIGNARE UN EJEMPLO : LAS INSTITUCIOENS LIBERALES, UNA VEZ IMPUESTAS PRONTO DEJAN DE SER LIBERALES; POSTERIORMENTE, NADA DAÑA EN FORMA TAN GRAVE Y RADICAL LA LIBERTAD COMO LAS INSTITUCIONES LIBERALES ( .... )Y LA GUERRA EDUCA PARA LA LIBERTAD.
PERO

¿ QUE SIGNIFICA LIBERTAD ? QUE SE TIENE LA VOLUNTAD DE RESPONSABILIDAD PERSONAL (...)QUE SE LLEGA A SER MAS INDIFERENTE HACIA LA PENURIA, LA DUREZA, LA PRIVACION Y AUN HACIA LA VIDA.
QUE SE ESTA PRONTO A SACRIFICAR EN ARAS DE SU CAUSA VIDAS HUMANAS, LA PROPIA INCLUSIVE:
SIGNIFICA LA LIBERTAD QUE LOS INSTINTOS VIRILES, GUERREROS Y TRIUNFANTES PRIVAN SOBRE OTROS INSTINMTOS; POR EJEMPLO, LOS DE
LA FELICIDAD

EL HOMBRE LIBERTADO, Y , SOBRE TODO, EL ESPIRITU LIBERTADO, PISOTEA EL DESPRECIABLE BIENESTAR CON QUE SUEÑAN MERCACHIFLES, CRISTIANOS, VACXAS, MUJERES, INGLESES Y DEMAS DEMOCRATAS.
EL HOMBRE LIBRE ES UN GUERRERO .

del libro COMO SE FILOSOFA A MARTILLAZOS

HECTOR ALVAREZ CASTILLO

NETI, NETI, NETI .

SOLO A VECES SE DONDE ESTOY
SOLO A VECES NO SE DONDE ME ENCUENTRO
SOLO A VECES PASA MI MANO
POR DEBAJO DEL AGUA
Y ES UNA RAMA QUEBRADA QUE ENGAÑA MIS SENTIDOS
UNA SERPIENTE DE CINCO CABEZAS
QUE DEVORA MIS DEDOS Y SE DESVANECE

SOLO A VECES MI MEMORIA ME RECUERDA
Y MIS PALABRAS Y GESTOS NO ME CONTRADICEN
SOLO A VECES NO NO Y NO
SOLO A VECES EL PERFUME DEL DIA
EL ABANICO DEL MUNDO
SOLO A VECES NO NO Y NO
SOLO A VECES

del libro ESMERALDA 1988-1999

jueves, 26 de marzo de 2009

ZITARROSA

HAGO FALTA
YO SIENTO QUE LA VIDA SE AGITA NERVIOSA SI NO COMPADEZCO,
SI NO ESTOY.
SIENTO QUE HAY UN SITIO PARA MI EN LA FILA,
QUE SE VE ESE VACIO,
QUE HAY UNA RESPIRACION QUE FALTA,
QUE DEFRAUDO UNA ESPERA....

fragmento de GUITARRA NEGRA.

RILKE

SI NOS FUESE POSIBLE VER MAS ALLA DE CUANTO ABARCA
NUESTRO SABER, TAL VEZ SOBRELLEVARIAMOS NUESTRAS TRISTEZAS
MAS CONFIADAMENTE QUE NUESTRAS ALEGRIAS,
PUES SON ESOS LOS MOMENTOS EN QUE ALGO DESCONOCIDO
ENTRA EN NOSOTROS....
CUANDO MAS CALLADOS, PACIENTES Y SINCEROS
SEPAMOS SER EN MUESTRAS TRISTEZAS,
TANTO MAS PROFUNDA Y RESUELTAMENTE SE ADENTRA
LO NUEVO EN NOSOTROS.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Max Horkheimer

Mientras haya sobre la tierra hambre y miseria quien pueda ver no tendrá tranquilidad. [...] la verdad significó para Schopenhauer la decisión de no tranquilizarse mediante ilusión alguna.»

MICHELLE PETIT

No vamos a arreglar los problemas del mundo facilitando el encuentro de los niños con los libros. Tampoco les garantizaremos necesariamente una trayectoria escolar más exitosa, ni es seguro que sean más virtuosos. Freud señalaba incluso que los pervertidos y los neuróticos eran grandes consumidores de libros. Y para echar por tierra otras ilusiones, añadiré que tampoco estoy convencida de que el lector sea una persona más respetuosa del otro, más democrática, aun cuando la lectura sea tal vez un factor necesario, propicio, pero insuficiente, para la democratización de una sociedad.
Entonces, ¿para qué incitar a los niños a que lean? De acuerdo con lo que me han dicho los lectores de diferentes medios, la lectura es tal vez una experiencia más vital que social aun cuando su práctica desigual se deba en gran medida a determinismos sociales, y de ella puedan obtenerse beneficios sociales en diferentes niveles. Pero estos beneficios vienen por añadidura. Si desde un principio se privilegia su búsqueda, si se reduce la lectura a sus beneficios sociales, me temo que no se estará muy lejos del control, de la voluntad de dominio, del “patronazgo”. La lectura es tal vez un acto más interindividual, o transindividual, que social. Marca la conquista de un tiempo y un espacio íntimos que escapan al dominio de lo colectivo. Y si la soledad del lector frente al texto ha inquietado siempre, es precisamente porque abre las puertas a desplazamientos, a cuestionamientos, a formas de lazos sociales diferentes a aquellas en las que cerramos filas como soldados en torno a un patriarca.
Para mí es importante que los niños, y también los adultos, tengan acceso a los libros pues la lectura me parece una vía por excelencia para tener acceso al saber, pero también a la ensoñación, a lo lejano y, por tanto, al pensamiento. Matisse, cuyos viajes fertilizaron tanto la pintura, decía que “la ensoñación de un hombre que ha viajado tiene una riqueza diferente a la del que nunca ha viajado” . Yo creo que la ensoñación de un hombre, de una mujer o de un niño que han leído posee también una riqueza diferente a la de aquel o aquella que nunca lo han hecho; la ensoñación, y en consecuencia la actividad psíquica, el pensamiento, la creatividad. Las palabras adquieren otras resonancias, despiertan otras asociaciones, otras emociones, otros pensamientos

PLATON

Fácilmente podemos perdonar a un niño que teme a la oscuridad, la verdadera tragedia es cuando los hombres temen a la luz

lunes, 23 de marzo de 2009

ZIZEK SLAVOJ


El club de la lucha:
¿verdadera o falsa transgresión?
I
El club de la lucha de David Fincher (1999), un extraordinario logro de Hollywood, se mete directamente en este callejón sin salida. El héroe de la película (extraordinariamente interpretado por Edward Norton), víctima de insomnio, sigue el consejo de su médico y, con tal de comprender qué es realmente el sufrimiento humano, empieza a visitar grupos de apoyo a los pacientes de cáncer de testículo. No tarda en descubrir, sin embargo, que esta práctica de amor hacia el prójimo parte de una posición subjetiva falsa (la compasión del voyeur) y pronto se involucra en una práctica mucho más radical. En un vuelo conoce a Tyler (Brad Pitt), un joven carismático que le habla de la esterilidad de su vida, hecha del fracaso y del vacío de una cultura consumista. Le ofrece una solución: ¿por qué no luchar y darse una tremenda paliza uno al otro? A partir de esta idea, se desarrolla gradualmente un movimiento entero: en secreto y de madrugada, se celebran combates de boxeo en los sótanos de bares por todo el país. El movimiento se politiza rápidamente y organiza ataques terroristas contra las grandes multinacionales… En medio de la película hay una escena, insoportablemente dolorosa, digna de los momentos más extremos de David Lynch, que sirve de clave para el sorprendente giro final de la película: con tal de chantajear a su jefe para que le pague a cambio de no trabajar, el narrador se arroja contra las paredes y los objetos de su oficina y se hiere hasta sangrar, antes de que los cuerpos de seguridad del edificio lleguen. Ante el incómodo jefe, el narrador representa sobre sí mismo la agresividad que el jefe está sintiendo hacia él. Posteriormente el narrador reflexionará en voz interior: “Por alguna razón, pensé en mi primera pelea – con Tyler”. Esta primera pelea entre Tyler y el narrador, que tiene lugar en un parking fuera de un bar, es observada por cinco jóvenes que ríen e intercambian miradas divertidas y alucinadas:

“Porque la lucha está siendo observada por gente que no conoce a los participantes, nos inclinamos a creer que lo que estamos viendo es lo que ellos ven: esto es, una lucha entre dos hombres. No es hasta el final que descubriremos que lo que están mirando es al narrador arrojándose por el suelo del parking y apaleándose a sí mismo.” [1]

Hacia el final de la película aprendemos que el narrador desconoce que ha estado llevando una doble vida hasta que la evidencia se hace tan aplastante que ya no puede negar el hecho: Tyler no tiene existencia fuera de su mente. Cuando otros personajes interactúan con él, lo están haciendo en realidad con el narrador, que ha incorporado a la persona de Tyler. Pero no basta con leer la escena de Norton pegándose a sí mismo ante su jefe como una simple indicación de la inexistencia de Tyler. El efecto insoportablemente doloroso y desconcertante de la escena da testimonio del hecho de que revela y escenifica una verdad fantasmal que se rechaza.

¿Qué significa esta lucha contra sí mismo? En una primera aproximación, está claro que su apuesta fundamental es la de alcanzar y reestablecer la conexión con el Otro real, es decir, suspender la frialdad y la abstracción fundamental de la subjetividad capitalista, magníficamente ejemplificada en la figura del individuo monádico y aislado que, solo delante de la pantalla del ordenador, se comunica con el mundo entero. En contraste con la compasión humanitaria que nos permite mantener nuestra distancia respecto al otro, la violencia misma de la pelea señala la abolición de esta distancia. A pesar de que esta estrategia es arriesgada y ambigua (fácilmente puede retroceder hacia lógicas proto-fascistas con vinculaciones violentas y machistas), este riesgo tiene que ser asumido. No hay otra salida directa del encierro de la subjetividad capitalista. La primera lección de El club de la lucha es que no se puede pasar directamente de una subjetividad capitalista a una subjetividad revolucionaria: la abstracción, la extinción de los otros y la ceguera hacia su sufrimiento y dolor tiene que quebrarse en un gesto que asuma el riesgo y se acerque directamente al sufrimiento; un gesto que, porque hace añicos el núcleo mismo de nuestra identidad, no puede aparecer sino como extremadamente violento.

Sin embargo, en esta lucha contra sí mismo hay otra dimensión en juego: la identificación escatológica (excrementicia) del sujeto, que equivale a adoptar la posición del proletario que no tiene nada que perder. El sujeto puro emerge únicamente a través de esa experiencia de autodegradación en la que permito/provoco que el otro me deje hecho una mierda y me despoje, así, de todo contenido sustancial, de todo soporte simbólico que pudiera conferirme aún un mínimo de dignidad. Por consiguiente, cuando Norton se golpea a sí mismo ante su jefe, el mensaje que le está dirigiendo es: “Sé que quieres pegarme, pero ves: tu deseo es también el mío, por eso si me pegaras estarías satisfaciendo el rol de sirviente de mi perverso deseo masoquista. Pero eres demasiado cobarde para exteriorizar tu deseo, así que voy a hacerlo yo en tu lugar – aquí tienes lo que realmente querías. ¿Por qué te sientes tan incómodo? ¿No estás preparado para aceptarlo?” Es crucial, aquí, el salto entre la fantasía y la realidad: el jefe, por supuesto, jamás hubiera pegado a Norton, sólo fantaseaba con hacerlo. El efecto doloroso de la lucha contra sí mismo gira sobre el hecho mismo de que escenifica el contenido de la fantasía secreta que su jefe nunca será capaz de actualizar.

Paradójicamente, esta escenificación es el primer acto de la liberación: a través de ella, la sumisión libidinal masoquista del sirviente hacia su amo es llevada a la luz del día, y el sirviente adquiere, así, una distancia mínima al respecto. Incluso a un nivel puramente formal, el acto de golpearse a sí mismo evidencia el hecho de que el amo es superfluo: “¿Quién te necesita para atemorizarme? ¡Puedo hacerlo yo mismo!” Por tanto, es a través de esta primera paliza contra uno mismo que uno empieza a hacerse libre: el verdadero gol de esta pelea es destruir aquello que me ata a mi amo. Cuando, hacia el final de la película, Norton se dispara a sí mismo (y sobrevive al disparo porque en realidad sólo ha matado a “Tyler dentro de sí mismo”, su doble), se libera entonces también del espejo dual. Relación de la lucha: en esta culminación de la autoagresión esta lógica se cancela a sí misma y Norton ya no tendrá que pegarse a sí mismo. Es ahora cuando será capaz ya de atacar al verdadero enemigo: el sistema. Por cierto, ésta es la misma estrategia que, en ocasiones, se utiliza en las manifestaciones políticas. Cuando una multitud es bloqueada por la policía dispuesta a cargar, la manera de provocar un giro sorprendente de la situación es que los mismos individuos de la multitud empiecen a pegarse entre ellos. En su ensayo sobre Sacher-Masoch [2], Gilles Deleuze desarrolla con detalle esta cuestión: lejos de proporcionar ninguna satisfacción al espectador sádico, la auto-tortura del masoquista frustra al sádico porque le priva de su poder. El sadismo implica una relación de dominación, mientras que el masoquismo es el primer paso necesario hacia la liberación. Cuando estamos sujetos a algún mecanismo de poder, esta sujeción siempre y por definición está sustentada por algún tipo de aportación libidinal: la sujeción misma genera, por sí misma, un placer añadido. Esta sujeción se encarna en una red de prácticas corporales “materiales”. Es por eso que no podemos desprendernos de nuestra sujeción a través de una simple reflexión intelectual. Nuestra liberación tiene que ser escenificada en algún tipo de performace corporal y, más allá de eso, esta performance tiene que ser de naturaleza aparentemente masoquista, tiene que escenificar un proceso doloroso de devolverse el golpe a sí mismo.

II
Pero una objeción se plantea: ¿no es esta idea de un “club de la lucha”, del encuentro nocturno de unos hombres que juegan al juego de pegarse los unos a los otros, el modelo mismo de esa falsa trasgresión/excitación, del passaje à l’acte [3] impotente que precisamente da testimonio del fracaso de la intervención en el cuerpo social? ¿No es El Club de la lucha un caso ejemplar de la transgresión inherente que, en vez de minar el sistema capitalista, representa de manera obscena la cara oscura del sujeto capitalista “normal”? Esta cuestión ha sido desarrollada con detenimiento por Diken y Laustsen, en su excepcional “Enjoy your fight!”, que es el análisis más representativo de El club de la lucha:

“El sujeto normalizado y que vive conforme a la ley está acechado por el espectro de un doble, por un sujeto que materializa la voluntad de transgredir la ley con un placer perverso (…) Por eso El club de la lucha difícilmente es una respuesta “anti-institucional” al capitalismo, como tampoco la creatividad, la perversión o la transgresión tienen porqué ser hoy necesariamente emancipadoras. (…) Más que un acto político, El club de la lucha parece ser una experiencia subjetiva de trance, una especie de actividad carnavalesca pseudo-báquica en la que el ritmo de la vida de cada día se suspende sólo temporalmente. (…) El problema de El club de la lucha es que cae en la trampa de presentar su problemática y su violencia desde una distancia cínica. Por supuesto que El club de la lucha es reflexiva e irónica. Pero se puede afirmar que es una ironía sobre el fascismo” [4]]

El fundamento último de esta ironía es que, de acuerdo con la mercantilización global del tardo-capitalismo, El club de la lucha ofrece como “mercancía de experiencia” el intento mismo de hacer estallar el universo de comodidades: en vez de una práctica política concreta, lo que obtenemos es una explosión estética de violencia. Además, siguiendo a Deleuze, Diken y Laustsen perciben en El club de la lucha dos peligros que invalidan su intención subversiva: en primer lugar, la tendencia a llevar hasta el extremo el espectáculo de una (auto)destrucción extática, en la que la política revolucionaria se diluye en una orgía de la aniquilación, esteticista y despolitizada. En segundo lugar, la explosión revolucionaria “desterritorializa y masifica, pero sólo en vistas a bloquear la desterritorialización e inventar nuevas territorializaciones”; “en vez de ser el comienzo de una desterritorialización, El club de la lucha acaba transformándose en una organización fascista con un nombre nuevo: Proyecto Mayhem. La violencia se exterioriza y culmina en un plan de terror organizado con el objetivo de socavar los cimientos de la sociedad consumista”. Estos dos peligros son complementarios, puesto que “la regresión a lo indiferenciado o a la completa desorganización es tan peligrosa como la trascendencia y la organización”.

III
¿Estaría la solución en la “justa medida” entre estos dos extremos: ni la Organización ni la regresión a la violencia indiferenciada? Lo que habría que problematizar aquí es más bien la oposición entre desterritorialización y reterritorialización, es decir, la idea deleuziana de la tensión irreductible entre la “buena” colectividad, esquizo-molecular, y la “mala” colectividad, de tipo paranoico-molar: lo molar/rígido versus lo molecular/flexible; los flujos rizomáticos, con su segmentación molecular (basada en mutaciones, desterritorializaciones, conexiones y aceleraciones), versus las clases y los sólidos, con su segmentación rígida (organización binaria, resonancia, sobrecodificación)… [5] Esta oposición (una variación de la vieja tesis de Sartre, de la Crítica a la razón dialéctica, acerca de la conversión de la praxis de la auténtica dialéctica de grupo en la lógica práctico-inerte de la institución alienada – Deleuze mismo se refiere a menudo a Sartre) es una falsa (“abstracta”) universalización, en tanto que no ofrece ningún espacio en el que articular la distinción clave entre las dos lógicas distintas de conexión entre lo micro- y lo macro-, lo local y lo global: el Estado “paranoico” que “reterritorializa” la explosión esquizofrénica de la multitud molecular no es el único marco imaginable de organización colectiva social global; el partido revolucionario leninista encarna (o, mejor dicho, anuncia) una lógica radicalmente distinta de colectividad. Brevemente, lo que desaparece en esta perspectiva es la intuición marxista fundamental de que el Estado molar tiene que “totalizar” la multitud molecular porque un antagonismo radical está ya en movimiento dentro de esta multitud.

Como ya estaba claro para el propio Deleuze, no es posible proporcionar de antemano un criterio inequívoco que nos permita delimitar el “falso” estallido violento del “milagro” de la auténtica ruptura revolucionaria. La ambigüedad es en este punto irreductible, puesto que “el milagro” sólo puede ocurrir a través de la repetición de fracasos previos. Ésta es también la razón de que la violencia tenga que ser un ingrediente necesario de un acto político revolucionario. Lo que hay que preguntarse entonces es: ¿cuál es propiamente el criterio de un acto político? Evidentemente, el éxito como tal no cuenta, ni siquiera si lo definiéramos, por la vía dialéctica a la que recurre Merleau-Ponty, como la apuesta de que el futuro redimirá retroactivamente nuestros horribles actos presentes (así es como en Humanismo y terror6 Merleau-Ponty proporcionó una de las justificaciones más inteligentes del terror estalinista: retroactivamente, podría justificarse que su resultado final sería la verdadera libertad); tampoco sirve de nada la referencia a algún tipo de normas abstractas y universales. El único criterio es absolutamente inherente: el de la utopía escenificada. En una ruptura propiamente revolucionaria, el futuro utópico ni está simplemente realizado por completo, presente, ni es meramente evocado como una promesa distante que justificaría la violencia actual. Es más bien como si, en una suspensión única de la temporalidad, en el cortocircuito entre el presente y el futuro, nos fuera permitido por un instante –como por acto de Gracia- actuar como si el futuro utópico estuviera no completamente aquí pero sí en nuestra mano, a punto de ser agarrado. La revolución no tiene que ser experimentada como la serie de penalidades que tenemos que sufrir para la felicidad y la libertad de las generaciones futuras, sino precisamente como esas penalidades presentes sobre las que esta felicidad y libertad futuras proyectan ya su sombra. En ellas, ya somos libres cuando estamos luchando por la libertad, y ya somos felices mientras luchamos por la felicidad, por difíciles que sean las circunstancias. La revolución no es la apuesta de Merleau-Ponty, un acto suspendido en un futur anterieur7 que tendrá que ser legitimado por el resultado a largo término de los actos presentes. Ella es su propia prueba ontológica, el índice inmediato de su verdad.



Lo que no comprende el autor es que la revuelta no tiene que ser necesariamente política. A la mierda con la política y los intelectuales. Tampoco comprende la organización, y la funcionalidad entre libertad y jerarquía. El Club de la Pelea es un excelente ejemplo de como debería encararse una liberación individual enmarcada en un colectivo que busca expandir su voluntad de poder sobre un mundo de miseria.



Creo que ésta debe entenderse en el marco de toda la narrativa (literaria y audiovisual) que se ha hecho del desencanto de la Generación X. Esta generación es la sin nombre, la sin pena ni gloria, aquella que, más allá del 1968 y el 1989, ya no es ni la primogénita de nada ni la pequeña querida de nadie sino el hijo de en medio y posiblemente indeseado (como dice Palahniuk, el autor de Fight Club), una generación que ya no tiene utopías, y a la cual las promesas que le hizo el capital (estilo de vida yuppie en los 80s y 90s, cybercapitalismo, redención en el consumo, etc.) ya no le satisface. La vinculación de lo psicótico y lo generación X está presente en las novelas de Brett Easton Ellis, especialmente en American Psycho. Algo de esto hay en esta película. Pero lo interesante del Fight Club es que ya no se trata de una élite aburrida, como en las noveslas de Ellis, sino de una nueva clase social que se ha convertido en hegemónica, el Cognitariado (los trabajadores asalariados de oficina, frente al ordenador, los de la industria servicios, etc.). En este giro, la novela de Palahniuk se aproxima a otras de Douglas Couplan (quien acuñó el término “Generación X” en una novela que lleva este nombre por título). “Microsiervos”, “J-Pod” o “Shampoo Planet”, que abordan el malestar de los trabajadores high-tech y en el consumo postmoderno serían aquí las referencias. Fight Club se encuentra en medio de este conjunto de obras de la Generación X. Creo que para comprenderla bien hay que ubicarla en el contexto histórico y en la serie de novelas y referencias con las que dialoga

Lo que creo que muestra tal obra es una imagen del pensamiento, un desborde de toda la potencia y los actos de lo que es capaz un cuerpo, claro llevado al limite por la represión del sistema, lo que se escapa al estructuramiento del deseo, es claro que la voluntad de poder y la fuerza que conlleva tales actos transgresores son proyectados desde una psique radical libertaria que junto a la producción deseantre desborda las sobredeterminaciones de las que hace parte, performando la producción de la realidad desde lineas de fuga que proyecte referentes de vida alternos, lineas flexibles de organización de los seres para proyectar formas de vida diferentes y lineas duras que designen que transformaciones directas en la realidad material se van ha activar, como por ejemplo el redireccionamiento de las formas de asociación del trabajo o la fractalización de los agenciamientos colectivos de enunciación; Lineas que a la postre dibujaran un devenir alterado de la producción social, subjetiva y las relaciones economico politicas.


Libertad de SER-PENSAR-ACTUAR

HOLLOWAY

Cambiar el mundo sin tomar el poder


Me llamo John Holloway y vivo en Puebla, México. Imparto clases de sociología en la Universidad de Puebla. Entre mis principales intereses, se encuentran la crítica del capitalismo e intentar idear un sistema que nos permita escapar de esta terrible sociedad que hemos creado, para erigir un mundo más humano.

Si analizamos los hechos acontecidos en el último siglo, los gobiernos revolucionarios de Rusia, China y Cuba, aunque en el caso de Cuba la situación sea un poco más complicada, o si examinamos los gobiernos reformistas o los gobiernos que han llegado al poder gracias a un sistema electoral, podremos comprobar que no sólo constituyen una terrible decepción a escala mundial, sino también una terrible desilusión. No existe constancia de que ningún gobierno de izquierdas haya podido poner en práctica los cambios anhelados por todos aquellos que han luchado por conseguirlos. En la mayoría de los casos, el resultado no ha sido otro que la reproducción de las relaciones de poder, quizás ligeramente modificadas, pero sin dejar de ser relaciones de poder que excluyen al pueblo, reproducen injusticias materiales y promulgan una sociedad que no potencia la autodeterminación. Este sistema reproduce una sociedad en la que los individuos no participan en el desarrollo de la sociedad. Este argumento se podría analizar históricamente: los motivos de la reproducción de las relaciones de poder han sido diversos en Rusia, China, Albania, Cuba, Brasil, etcétera. No obstante, no podemos comprender las causas únicamente mediante una mera alusión a casos históricos concretos. Como es lógico, debemos tender a generalizar. La conclusión más obvia es que el intento de transformar una sociedad a través del estado parte de un razonamiento erróneo. Este razonamiento erróneo que consiste en transformar la sociedad a través del estado, está muy emparentado con la naturaleza del propio estado, con la idea de que el estado no es una mera institución neutral, sino más bien un sistema concreto de relaciones sociales, que surge del desarrollo del capitalismo. Este sistema de relaciones sociales se asienta sobre un principio que mantiene al pueblo al margen del poder y fomenta la separación y división del pueblo.

Cambiar el mundo sin tomar el poder, como su propio nombre indica, implica una necesidad de cambio del mundo. Este cambio debemos hacerlo partiendo de la base de que la lucha por cambiar el mundo no debe ser una lucha centrada en el estado y en la toma de poder del estado. Es fundamental que desarrollemos nuestras propias estructuras, nuestras propias formas de hacer las cosas. Un aspecto clave de este argumento consiste en hacer una distinción clara entre dos conceptos de poder; por una parte, un concepto de poder que oculta un antagonismo entre el poder-hacer y el poder creativo; y, por otra, el poder para dominar, es decir, el poder instrumental del capital. En otras palabras, ante la pregunta de cuál sería el significado del poder, la respuesta más obvia sería que el poder consiste en nuestra capacidad de hacer cosas. Bajo mi punto de vista, este poder siempre es un poder social, simplemente porque la acción de un individuo depende siempre de las acciones de otros. Resulta muy difícil imaginar una acción que sea completamente independiente de la acción de otro individuo. Es evidente que la acción que desarrollamos en el momento presente depende de la acción de cientos o de miles de personas que han creado la tecnología que utilizamos, que han desarrollado los conceptos de los que nos servimos, etcétera. Nuestro poder-hacer siempre es un poder social y un poder colectivo, nuestra acción siempre forma parte del flujo de acción social. Lo que ocurre ahora tras el capitalismo, si consideramos nuestro poder-hacer como una parte del flujo de acción social, es que no existe una división clara entre la acción de una persona y la acción de otra. Una desemboca en la otra. La acción de un individuo se convierte en condición previa para la acción de otros. Al no existir distinciones o identidades claramente definidas, no se delimitan líneas divisorias concretas. Por lo tanto, lo que ocurre en un sistema capitalista es que este flujo de acción se invalida ante afirmaciones por parte de los capitalistas tales como: “Como lo que has hecho me pertenece, me apropio de ello ya que es de mi propiedad”. Y dado que la acción de un individuo es condición previa para la acción de otros, la apropiación por parte del capitalista de lo que se ha hecho, le otorga capacidad suficiente para dominar y administrar las acciones de otros.

De este modo, el poder-hacer social se descompone, se transforma en su opuesto, es decir, en el poder del capitalismo para dominar las acciones de otros. El capitalismo es en esencia el proceso que permite la descomposición de este flujo de acción social, desarticulando la sociabilidad de la acción y anulando, por tanto, nuestro poder-hacer para transformarlo en un poder superior, en algo completamente ajeno a nosotros. De este modo, no debemos considerar nuestra lucha como una lucha de toma de poder, lo que implicaría apoderarnos de su poder, sino como una lucha que nos permita desarrollar nuestro propio poder-hacer, que inevitablemente sería un poder social. En esta lucha, debemos analizar dos conceptos muy distintos de poder, donde cada concepto tiene una lógica propia y bien diferenciada. La lógica del capital es una lógica de mando, de jerarquía y de división. Es una lógica que reniega de la subjetividad. Es un lógica que objetiviza al sujeto. Nuestra lógica es justamente lo contrario; es la lógica de la convivencia, es una lógica que permite la recuperación de la subjetividad y que no acepta el capital. La subjetividad no es individual, sino más bien social. Ello constituye dos formas muy distintas de pensamiento, dos formas muy distintas de acción. En nuestro caso, el cambio de la sociedad denota una cierta confianza en nuestra forma de acción, en el desarrollo autocrítico de nuestras propias formas de pensamiento y acción. Otra forma de expresarlo sería considerar la lucha por cambiar la sociedad como una lucha de clases, donde resultaría imprescindible concebir esta lucha como una lucha asimétrica. Una vez que empezamos a reproducir sus formas y a pensar en nuestra lucha como en un fiel reflejo de la suya, conseguimos reproducir el poder del capital dentro del marco de nuestra propia lucha.

La revolución que tengo en mente puede considerarse más una pregunta que una respuesta. Por una parte, queda claro que necesitamos experimentar una transformación básica de la sociedad; por otra, no hay duda de que la forma utilizada en el último siglo para transformar la sociedad a través del estado ha sido todo un fracaso. Esto nos lleva a la conclusión de que el cambio ha de realizarse de otro modo. No podemos abandonar la idea de la revolución. Lo que ha ocurrido en los últimos años es que la gente ha llegado a la conclusión de que tras el fracaso de la transformación de la sociedad a través del estado, la revolución se ha convertido en algo prácticamente inviable. Mi argumento es precisamente el contrario. De hecho, la revolución es mucho más apremiante ahora que antes. Teniendo en cuenta todo esto, se hace necesario el replanteamiento de un nuevo proceso, de otras vías que permitan el cambio. Aunque, por el momento, lo esencial es plantear la pregunta e intentar descubrir la mejor forma de desarrollarla. Es fundamental considerar a la revolución más como una pregunta que como una respuesta, porque de algún modo el proceso revolucionario debe entenderse como una cuestión que invite a la pregunta y al cambio, en lugar de ofrecer respuestas, y que implique a la gente en un proceso de autodeterminación. Obviamente, esta respuesta es demasiado general, aunque podemos profundizar un poco más en ella si analizamos lo que está sucediendo en la actualidad, si observamos las luchas que se suceden diariamente. Esto no significa necesariamente que debamos acudir al plagio, sino más bien a la observación crítica, analizando el modo en que algunos movimientos han intentado desarrollar formas de acción autónomas, fomentar el concepto de la dignidad, poner fin a la división existente entre el mundo de la política y el de la economía y perfeccionar nuevas formas organizativas.

La lucha zapatista, la revolución de 1994, así como los hechos acontecidos en los últimos diez años han tenido una gran repercusión. En parte por dos motivos: porque se alzaron, revelaron y sublevaron en una época en la que la sublevación no tenía cabida alguna en una sociedad moderna, en un capitalismo moderno. Aunque esto no es todo. Es además el hecho de que se haya replanteado el concepto de rebelión, de revolución o sublevación. Precisamente, parte de ello consiste en proponer una lógica distinta, un idioma distinto, una temporalidad distinta, una espacialidad distinta, que no es simétrica al idioma y a la temporalidad del capital y del estado. Por ejemplo, tras la revolución inicial, uno de los acontecimientos más importantes fue el ”diálogo de San Andrés”, es decir, el diálogo entre el gobierno mexicano y los zapatistas de la ciudad de San Andrés, en Chiapas. A simple vista, esto podría considerarse como un diálogo, una negociación establecida como un proceso simétrico entre ambas partes. Sin embargo, yo creo que el hecho más importante fue que los zapatistas dejaron claro desde un principio que, en primer lugar, no irían a negociar, y en segundo, que éste no era un proceso simétrico. El hecho de que no fuera un proceso simétrico quedaba acentuado, por ejemplo, por el modo en que vestían, su obstinación por vestir con trajes tradicionales, su empecinamiento, al menos en una ocasión, por utilizar su propio idioma y no doblegarse al uso del español. Y uno de los puntos más interesantes que surgieron fue, por ejemplo, la cuestión del tiempo. En una ocasión, y una vez ambas partes, el gobierno y los zapatistas, hubieron alcanzado un acuerdo o propuesta provisional, los zapatistas dijeron: “Bien, tenemos que presentar y discutir esta propuesta con nuestra gente antes de adoptar una decisión”. A lo que respondió el gobierno: “No, es preciso que os decidáis, necesitamos una respuesta en menos de dos días”. Y los zapatistas respondieron: “Eso es ridículo. Nuestra concepción del tiempo es distinta y todo lo sometemos a procesos de discusión”. A lo que respondió el representante del gobierno: “¿Cómo podéis afirmar que vuestra concepción del tiempo sea distinta? Si no me equivoco, usted lleva un reloj japonés, que es el mismo que el que yo llevo”. A lo que respondió el comandante Tacho diciendo que la gente del gobierno confunde el concepto del tiempo con un reloj. Para nosotros, el concepto del “tiempo” no es ése; el “tiempo” es algo completamente distinto. Su respuesta tuvo lugar aproximadamente dos meses más tarde. Precisamente, esa misma conciencia inicial era la que concedía a la rebelión confianza en sus propias estructuras, en su propio sentido del tiempo y en su propio sentido del espacio. Y esta idea del “tiempo”, por ejemplo, está mucho más relacionada con la cuestión de las estructuras democráticas, con la obstinación por tomar decisiones a través de un proceso de discusión colectiva. Estas decisiones tomadas a través de un proceso de discusión colectiva son mucho más lentas y, por lo tanto, provocan una percepción del tiempo distinta. Por lo tanto, esta asimetría, esta falta de simetría entre la lógica de la dominación, por una parte, y la lógica de la sublevación, por otra, es algo absolutamente esencial en el movimiento zapatista desde sus comienzos. Hecho al que se hace referencia repetidas veces en sus comunicados, en el empleo de relatos, bromas, poesía, etcétera. Todo esto que, a primera vista, parece algo decorativo y secundario al proceso de sublevación, de hecho no lo es. Para la propia revolución, es fundamental proponer e insistir en una forma distinta de concebir el mundo, así como en una forma distinta de concebir las relaciones entre individuos. Al contrario de lo que ocurría con el concepto tradicional de la revolución, basado mucho más en una metáfora militar, en la idea de que existía un conflicto entre dos ejércitos, donde para poder derrotar al enemigo, se debían básicamente aceptar los métodos del enemigo. Únicamente un ejército para derrotar al otro, cuya organización fuera exactamente la misma que la del primero. Por ello, creo que es fundamental que los zapatistas acaben con todo esto y que se nieguen a aceptar este tipo de conceptos. La forma de sublevarse, la forma de revelarse debería consistir en el desarrollo de un lenguaje que expresara acciones y que el estado simplemente no entendiera. Esto lo han puesto en práctica sistemáticamente una y otra vez en los últimos diez años.

Con frecuencia, al pensar en el capitalismo y en el problema de la revolución, intentamos descubrir un modo que nos permita destruirlo. Esta forma de pensamiento no nos beneficia en absoluto, simplemente porque por mucho que pensemos en cómo destruir el capitalismo, su solución sería prácticamente inviable. Especialmente, porque pensar en la destrucción del capitalismo sería como compararlo con un gran monstruo, con un enorme monstruo con ejércitos, con un sistema educativo, con control sobre los medios y los recursos materiales, etcétera. Y ¿cómo podríamos nosotros acabar con este gran monstruo? Posiblemente, la mejor postura sería alejarnos de esta metáfora de la destrucción para pensar en ella de una forma completamente distinta. El capitalismo no existe porque se haya creado en el siglo XIX o en el siglo XVIII, o en cualquier otro siglo. El capitalismo existe hoy en día únicamente como fruto de una creación actual. Si no lo creáramos el día mañana, entonces no existiría. Su duración parece ser independiente, pero de hecho no lo es. En realidad, el capital depende de un día para otro de nuestra creación de capital. Si nos quedáramos todos en la cama, el capitalismo dejaría de existir. Si dejáramos de crearlo, dejaría de existir. Los planteamientos acerca de cómo detener la creación del capitalismo, acerca de la revolución y de cómo detenerla, no implican la resolución de los problemas. Esto no significa que el capitalismo desaparezca en realidad el día de mañana (aunque quién sabe), pero es muy probable que no desaparezca mañana. Si concebimos la revolución como una forma que nos permita detener la creación del capitalismo, conseguiremos desvanecer, de algún modo, la imagen del capitalismo como ese gran monstruo al que debemos enfrentarnos, y podremos empezar a ampliar nuestro marco de posibilidades, a crear una nueva esperanza, una nueva forma de pensamiento sobre la revolución y sobre la transformación de la sociedad.

Una sociedad ideal debería poder crearse a sí misma. Al autocrearse, dispondría de total autodeterminación y, por lo tanto, no tendría demasiado sentido la concepción de una organización ideal, ya que la crearía la propia sociedad. Y la sociedad autocreada podría decidir un día asentarse en una sociedad muy distinta a la erigida en el pasado

LOS NIÑOS

Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.

Eduardo Galeano

SUBCOMANDANTE MARCOS

Para los compañeros de agora:

«Las grandes transformaciones no empiezan arriba, ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba.»

Las grandes transformaciones nacen en la tierra y mientras unos siembran transgénicos, otros siembran dignidad.

ITALO CALVINO

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno,

el que ya existe aquí, el que habitamos todos los días,

que formamos estando juntos. Hay dos maneras de

no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar

el infierno y volverse parte de él hasta el punto de

dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige

atención y aprendizaje continuos: buscar y saber

reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es

infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.



«Las Ciudades Invisibles» (1972)

SUI GENERIS

Quien sabe alicia este pais estuvo echo por que si
te vas a ir, vas a salir, pero te quedas donde mas vas a ir
y es que aqui, sabes que el trabalenguas, trabalenguas,
que el asesino, te asesina y es mucho para ti
se acabo ese juego que te hacia feliz.. uuuuhh

no cuentes lo que viste en los jardines
el sueño acabo, ya no hay, morsas, ni tortugas,
un rio de cabezas aplastadas por el mismo pie
juegan cricker bajo la luna

estamos en la tierra del nadie, pero es mia, los inocentes
son los culpable, dice su señoria
(el rey de espadas)
no cuentes que hay detras de aquel espejo o no tendras poder
ni abogados, ni testigos, enciende los candiles que los brujos
piensan el volver a nublarnos el camino

estamos en la tierra de todos, en la mia, sobre el pasado
y sobre el futuro, minas sobre minas, querida alicia

Quien sabe alicia este pais estuvo echo por que si
te vas a ir, vas a salir, pero te quedas donde mas vas a ir
y es que aqui, sabes que el trabalenguas, trabalenguas,
que el asesino, te asesina y es mucho para ti

se acabo, se acabo, se acabo,
ese juego, se acabo es juego que te hacia feliz

sábado, 21 de marzo de 2009

PRELUDIOS AL HOMBRE


VICENTE ZITO LEMA

1.EN SU EXISTENCIA, EL HOMBRE ( UN ESPACIO VACIO, UNA LUZ QUE ESTALLA ),
PASADO POR LA LENGUA DE LOS DIAS.
Y ALREDEDOR DE SUS MISTERIOS TODO EL DESEO; RASGANDO, ROGANDO.
UN IMPOSIBLE QUE ARDE.LA SED DE SABER Y POSEER LO QUE NO TIENE CUERPO( LO CONCRETO.LO QUE BESO Y TOCO EN OTRO).LA DESESPERACION COMO UN TRUENO EN EL ALBA QUE EMPUJA LA CONCIENCIA HASTA EL BORDE DEL HORROR...
NO HAY LIMITES CUANDO LA VOZ SE CONVIERTE EN LOS LADRIDOS DE LA JAURIA....

2.ESA LUNA SE ALZA EN EL HORIZONTE:GEMIDO, GEMIDO...LA PALABRA HOMBREYA NO DA CUENTA DEL ESPIRITU...TODO ES EXTRAÑO PARA QUIEN PERDIO SU PASADO...LLEGA EL PENSAMIENTO FRIO COMO UNA PALOMA...
NADIE A DAR CUENTA DE SU PRIMERA HERIDA, PERO ALLI ESTA EL CAMINO DE UNA EXISTENCIA MUDA...
EN LA SOLEDAD QUE HUELE LA SOLEDAD EL HOMBRE SE PREGUNTA:
CUANDO LLEGARA LA VOZ QUE REDIME...?-EL HOMBRE DICE DE UNA VOZ ENTERRADA EN LA INFANCIA-.

3.LA GARGANTA VACIADA DEL HOMBRE ANUNCIA SU CENIZA.
LA CERTEZA DEL MAÑANA HABLARA DE SU SILENCIO DE HOY,¿ QUE VOZ DE HOMBRE SE DARA CUENTA QUE EN SU OIDO DE HOMBRE SE OYO LA VOZ DE DIOS ?- UN DIOS QUE NO FUE FRAGANCIA SINO PADECIMIENTO.
-UNA VOZ DE DIOS QUE NO DESPERTO LAS MUSICAS; TRAJO EL CASTIGO.
ARENILLA DE SUEÑO QUE ESTREMECE:ESA VOZ.LOCURA DIVINA EN EL COMIENZO, NO APAREJO BONDAD, NI DICHA.APENAS EL MIEDO QUE PROVOCA LA VENTANA DEL CIELO ABIERTA...

4.¿HAY PARA EL AMOR UNA VOZ QUE SE DUERME SOBRE LAS HOJAS ?
ES LA VOZ DEL POSESO. ¿ ES EL DEBER DEL POSESO SER LA VOZ DEL AMOR ?
EL POSESO NO LO SABE: VIVE ESTRANGULADO POR LAS MANOS DE DIOS....
SE CIERRA EL CREPUSCULO Y NADA SE MUEVE ENTRE LAS FLROES DEL MAR....
UN HOMBRE ENFILA HACIA EL HORIZONTE TUPIDO...CARGA EN LOS OJOS EL LIGERO PESO DE SU DESEO....
EL POSESO TIENE LA FRENTE DESNUDA...SU AMADA LO ESPERA CON LA CORONA DE ESPINAS...TIENE LA TEZ MAS BLANCA QUE EL POLVILLO DE ARROZ.

5.¡ALMA TIERNA QUE TE DESPIERTAS AL CANTO PORQUE ANOCHE LAS MUSAS SOPLARON DIVINIDAD EN TU BOCA...!
¿PERO QUIEN TE SOPLO EL DOLOR TAMBIEN SAGRADO ? ¿ QUIEN DESATO LOS EXCREMENTOS QUE BIEN ANUDABAS Y TE OBLIGO A PASTAR CON LAS CABRAS ?
SI GRITAS SERAS UN CABALLO.....
SI ECHAS ESPUMA POR LA BOCA PAGARAS POR EL HECHIZO,
Y SI MANCHAS CON SANGRE EL MANTEL DE LOS BANQUETES, TAMAÑO SACRILEGIO TE LLEVARA DEL EXILIO, SALVO QUE PREFIERAS MEZCLAR EL VINO DE LA COPA CON VENENO....
ALTO PRECIO POR CONSTRUIR EL FUTURO CON LAS PALABRAS DE TU BOCA....

6.HOMBRE DEL MORBUS SACRUS;
¿ SABRAS DECIRME SI LA BELLEZA ES ALGO MAS QUE UN DESVALIDO OCASO...?¿ O APENAS TE TOCO EN EL REPARTO LA PURIFICACION Y EL CONJURO PARA TU ERROR NOCTURNO ?
MIRA TU CABEZA EN EL ESPEJO: ALLI DENTRO, EN EL AGUA DE TU PECERA BRILL LA PIEDRA DE LA DEMENCIA.
TIEMBLA EL ASTRO PUNZANTE....

7....¿QUIEN MUEVE LOS VIENTOS DE LA MAR PARA ALEJAR DE LA COSTA A LA STULTIFERA NAVIS ?
¿ QUE VICIO, QUE DEBILIDAD, QUE MAL PURGA EL HOMBRE ARROJADO A LA STULTIFERA NAVIS...?
HOMBRE LOCO: QUE TU VIAJE SEA EL ULTIMO. QUE EL AGUA LIMPIE LAS PESTES DE TU ALMA. O QUE TE DEVOREN LOS MONSTRUOS MARINOS QUE PARA ELLO TIENEN LOS DIENTES DEL DEMONIO....
NO VUELVAS NUNCA, PASAJERO INSENSATO, Y SI VUELVES A CAMBIO DEL AGUA TENDRAS EL FUEGO.
DEJA QUE LA CIUDAD VIVA EN PAZ, GOCE DE SU ORDEN MIENRAS LOS NARANJOS CRECEN BAJO UN SOL QUE ANUNCIA SU SABOR DE MUERTE....

8. BASTA DE LOS NIÑOS QUE LOS BURLAN Y DE SUS PIEDRAS QUE LOS GOLPEAN ¡
¡ NO MAS NAUFRAGIOS PARA LAS ALMAS ENCADENADAS SOBRE EL MASCARON DE PROA¡
¡ LOS CUERPOS LOCOS YA SE PUDRIERON MUCHO ANTES EN LAS BODEGAS¡
AL FIN TU ESPACIO ALMA EN PENA: EL HOSPICIO.
GRANDES MUROSEN LA CIUDAD RESGUARDANDO GRANDES OCIOS:PECADO.
LLEGO LA HORA DEL TRATAMIENTO MORAL DE LA LOCURA.SEA DULZURA O SEAN PALOS LOS CONSUELOS.
EL CUERPO ESTA VACIO:LO TUYO HOMBRE LOCO ES REPONDER A LA LENGUA DE LA RAZON,
AUNQUE TUS PALABRAS TENGAN EL COLOR DE LA SANGRE Y HUELAN COMO HUELEN LAS TRIZTEZAS QUE LLEVAN A LAS TUMBAS JUNTO AL LLANTO DEL RECIEN NACIDO.

DEL LIBRO; BELLEZA EN LA BARRICADA

viernes, 20 de marzo de 2009

SANDOR MARAI.

DIARIOS

1984
Me tambaleo por las calles […] La visión del ojo izquierdo es casi nula, no puedo leer ni escribir con él. Con el derecho veo borroso, y no sé hasta cuando. Lo único que lamento es que cuando se acabe, se habrán acabado también las lecturas; no echaré de menos nada más. L. se ha caído otra vez; por suerte no ha sido nada grave, un simple accidente de baño; los dos viejecitos, enfermos y ciegos que somos, todavía nos brindamos apoyo mutuamente. Y siempre cabe decir que podría ser peor. Lo cual no deja de ser cierto.

Este volumen de diarios es como hacer mutis, poner el punto final a una escritura muy extensa. Vivimos día a día, tambaleándonos, a tientas a orillas del Pacífico. Leer constituye un esfuerzo vano, escribir es ya simplemente un acto compulsivo. Todos los que me importan están muertos, masacrados.

Después de comer, inesperadamente y sin que nada lo hiciera prever, L. sufre un mareo y cae. En los últimos años le ha ocurrido varias veces.

1985
Es una especie de sorpresa para mí, para nosotros, haber llegado al Año Nuevo. Prácticamente ninguno de los escritores que fueron mis coetáneos vive ya. Y la literatura de la que yo formaba parte también se está muriendo.

Hoy estaba buscando algo en Diarios 1943 – 1944 y en un momento determinado leí las siguientes líneas: “He vivido cuarenta y tres años. ¿Y si me queda lo mismo por vivir? ¿Llegaré a los ochenta y seis? ¿Seré más sabio? ¿Más feliz? ¿Habré resuelto mis dudas sobre Dios, sobre la gente, sobre la naturaleza y lo sobrenatural? No creo: la experiencia requiere tiempo; sin embargo, el tiempo –más allá de cierto conocimiento- no ofrece una experiencia más profunda. Simplemente seré mayor, ni más ni menos”.

Ya no tenemos futuro, la vida está completa, solo aspiro a poder irme tranquilamente. Cada día se añaden síntomas del desgaste físico y mental. A veces me siento como un recuerdo de mí mismo.

Debido a su ceguera casi absoluta, L. sufre un percance cortándose las uñas y se produce una fea herida. […] En casa se desmaya otra vez […] de alguna manera, casi a cuatro patas, consigo arrastrarla a la cama. Después de descansar unas horas se siente mejor. Empezamos a hablar sobre qué haremos si uno de los dos se va.

Llevo tres semanas cuidando a L. día y noche. En la habitación del enfermo, como en la cárcel, el tiempo no existe. Día y noche, horas y minutos se funden en una sola línea. La enfermedad es volumen, como el tiempo.

L. se sometió a un nuevo reconocimiento médico en el hospital y al cabo de tres días la trasladan al cercano convalescent hospital, la institución para enfermos terminales. Le pido al médico que la envíe a casa con la vigilancia constante de una enfermera, porque al menos así podríamos estar juntos. Él dice que eso es imposible: el cuidado en casa queda descartado, porque no sólo necesita una enfermera que la atienda día y noche, sino también cuidados médicos. […] No hay nada más que hacer. Sólo lo que ha ocurrido: el hospital, cuidarla allí, esperar que se recupere o que se duerma. Tenemos la misma edad, hemos vivido la vida entera (ochenta y seis), si el destino es piadoso moriremos juntos, lo que sería un gran regalo.

En los pasillos del hospital y por las puertas abiertas de las habitaciones se hace patente la existencia del orco. Lo que Esquilo le contó a Ulises sobre el orco. Ancianos en sillas de ruedas, atados con una correa por la cintura, caídos hacia delante, con la lengua fuera. La gran prueba de la vida no es la muerte, sino el morir. Sin embargo, hay algo obsceno en la enfermedad y la muerte. El reverso de lo corporal es lascivo y abominable.

Si no creyera que ella me necesita (o me hiciera ilusiones de ello), tomaría una decisión drástica respecto a mí mismo. Pero no tengo derecho a escapar.

Soy muy desgraciado. Ya no me ayuda el razonamiento de que se nos haya terminado la vida. Ha sido un ser maravilloso, la mujer completa, el compendio de todo lo humano, de las virtudes femeninas, el sentido de mi vida, y sigue siéndolo. Si se va, ya nada tendrá sentido.

1986
4/enero. L. ha muerto.

Hace dos semanas fui a una tienda del otro extremo de la ciudad para comprarme un arma de fuego […] No tengo planes de suicidio, pero si el envejecimiento, la debilitación, la pérdida de mis capacidades avanzan al mismo ritmo, es bueno saber que podré acabar con ese humillante deterioro en cualquier momento, y no tendré que temer lo peor: terminar en uno de esos vertederos institucionales, en un hospital o una residencia de ancianos. Sin embargo, hay que tener suerte incluso para eso, porque la apoplejía puede impedir la huida.

1987

La vejez. EL viejo tiene que decidir cómo gestionar la soledad. ¿Qué es más adecuado: ser solitario a solas o vivir solo en compañía? Hace más de un año que vivo en la soledad solitaria. No es fácil, tampoco lo considero auténtica “vida”, pero es más tolerable que la soledad acompañada.

Dos meses de inmovilidad, como un muerto en vida. Pequeños objetivos –salir a la calle, dar un paseo de diez minutos, hacer la compra-, el esfuerzo de una expedición.

1988

Llevo dos años y medio en esta “celda de aislamiento, cadena perpetua”. Me levanto a la una de la tarde, apago la luz a las tres de la madrugada. Pueden pasar varios días sin que me afeite, o sin que me gaste ni una moneda. A veces escribo una carta. La literatura, la lectura, están lejos. No echo de menos a nadie.

La soledad que me envuelve es tan densa como la niebla invernal, es palpable. Hasta la ropa huele a muerte.

Ya no sólo han muerto mis familiares directos, mis compañeros de profesión y estudio, sino mis enemigos también. Si volviera a Budapest no encontraría a nadie con quien enfadarme.

1989
15/enero. Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.

FOGWILL

VERSIÓN(de VERSIONES SOBRE EL MAR)


El mismo mar nos pierde: nos encuentra
y nos pierde con su pulso marino.
Y con su eterno nunca nos despierta
del siempre breve sueño de un camino.
Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa
y pierde entre los pulsos del sentido.
Pulsos del mar que intermitentes traman
su recomienzo siempre suspendido.
Fondo que es forma, superficie y pausas
de un deseo en rompientes que reclaman
perderse por partir o estar partido
y aquí quedarse en un hacer sin causas.
"El hombre es capaz de hablar sólo sobre lo que no es, y, a decir la verdad, es capaz de hablar solamente sobre lo que no es. El hombre habla sobre lo que todavía no es, sobre lo que ya no es y fracasa lamentablemente cuando trata de hablar sobre lo que es… Siempre hemos confesado que la verdad no se expresa, pero se vive, se vive fuera del lenguaje. Pues el lenguaje no es un instrumento destinado a enunciar lo que es, pero a expresar lo que no satisface al hombre y a formular lo que desea; su contenido no está formado por lo que es sino por lo que no es."
Lógica de la Filosofía.ERIC WEIL

Para protegernos contra las arremetidas del mundo exterior, siempre tenemos el recurso de refugiarnos en nuestros pensamientos. El repliegue sobre sí mismo puede dar el sentimiento que “Yo me entiendo, porque me pertenezco a mí, porque mi pensamiento me pertenece y porque estoy inmerso en él”. ¿Pero, esta intimidad del ego es realmente inteligente y consciente de sí misma? ¿Existe un pensamiento claro cuando no hay expresión? El repliegue sobre sí mismo puede muy bien relevar del mutismo y de la confusión. Es muy fácil decir que el hombre se expresa porque piensa, pero este pensamiento debería entonces ser consciente de sí mismo. ¿Puede el pensamiento ser consciente fuera de su expresión a través de un lenguaje? ¿El lenguaje contribuye a la formación del pensamiento?
No se entiende muy bien como se podría pensar una idea sin palabras, sin un lenguaje. Al contrario el flujo de la consciencia puede existir sin el lenguaje, en forma de consciencia inmediata. Es el caso de los sentimientos. El sentimiento está aquí por sí mismo. Brota sin ser originado por el lenguaje. Está aquí primero como sentimiento. Lo que siento no viene de las palabras, estas vienen después para tratar de explicar o comentar sobre esto. De hecho, muy a menudo, el lenguaje se vuelve torpe hasta el punto de tener que buscar sus palabras para expresarse. Existe entonces un paso para expresar lo vivido a través del lenguaje. Y este paso puede tener éxito como puede fracasar lo que significa que hay una especie de deformación del pensamiento en el lenguaje.
Lo vivido es lo “inmediato” de lo que se siente, de lo que se da sin distancia, mientras el lenguaje es por definición un mediador de la comunicación, es un intermediario. No puede ser tan íntimo como el vivido. El lenguaje releva de lo general, mientras el sentimiento releva de lo singular. En este sentido Bergson escribió: “Cada uno tiene su manera de amar y odiar y este amor, este odio refleja su personalidad entera. Sin embargo, el lenguaje designa estos estados con las mismas palabras para todos los hombres; así el lenguaje pudo fijar solamente el aspecto objetivo e impersonal del amor, del odio y de los miles de sentimientos que alteran el alma”. Cada uno es un ser singular diferente de cualquier otro. El peso de las idiosincrasias del ego marca cada instante vivido. El momento vivido es original y renovado a cada instante de la vida y el lenguaje no puede seguir el ritmo de esta renovación y tampoco reflejar su aspecto original y singular. El lenguaje está hecho de banalidades útiles para la comunicación y no para la expresión sutil de los matices del momento vivido.
Agregamos a eso que, como sea, en un mundo donde cada uno se atiene a su rol, a su función social, es suficiente con tener un código standard para vehicular lo que el pensamiento común requiere: es decir más que todo estereotipos. El lenguaje, en la comunicación práctica diaria es tan banal como es, por naturaleza, anónimo e impersonal.
¿Significa eso que lo vivido, el flujo emocional no se puede expresar, no se puede decir? ¿Son los sentimientos indecibles?
Debemos admitir que, si las palabras son a veces torpes, sería mejor preferir el mutismo a la expresión. La expresión puede conllevar una “traición” que se evita al esconder sus sentimientos, emociones o ideas. El pensamiento queda inconmensurable con el lenguaje y si el lenguaje es tan limitado, queda sólo callar (les recomiendo la lectura del bellísimo pero terrible poema Silentium de Fiodor Tiutchev). Pero se dice también que el amor alimentado de mutismo se muere.
A pesar de sus limitaciones el lenguaje es capaz de mucha flexibilidad de evocación.
Lo que hace la grandeza del escritor enfrentado a tantas limitaciones es ser capaz de sobrepasarlas. La expresión literaria es la alquimia que transforma el lenguaje ordinario. Es necesaria toda la magia de la poesía para despertar el lenguaje al mismo tiempo que un pensamiento que la opinión común no piensa. Eso es la misión del escritor. La palabra poética es esta magia que nos seduce cuando leemos una poesía o una novela bien escrita. Encontramos un placer especial en la belleza de la lengua. El mismo Platón acudía con frecuencia a la metáfora o los mitos para superar las posibilidades de la dialéctica lógica. Era una manera hábil, poética, ilustrada de sugerir un sentido que no se desglosa en conceptos racionales. Es lo que logra el lenguaje poético que, por su naturaleza misma, se emancipa de las coacciones del lenguaje del concepto. Debemos elogiar la belleza de estilo, nos cura de la trivialidad de la lengua común.
El concepto es nada sin la palabra (el logos). Encerrado en el blokhaus impenetrable del yo, bañando en mi intimidad personal, puedo creer disponer de una idea clara, pero lo que retengo para mí no lo he pensado todavía, solo lo he sentido de manera confusa. Expresarse (ex – presarse) es salir de mí para tomar consciencia de mi propio pensamiento a través de las palabras. El lenguaje sería una concha vacía si un pensamiento no estuviese alojado en ella. De igual manera lo que retengo para mí sería una “fermentación oscura” de mi intimidad si no llegase a la luz a través de la palabra. “Es el sonido articulado, la palabra, que solo nos ofrece una existencia donde lo externo y lo interno están tan íntimamente unidos”.
Todo intento para definir el pensamiento como independiente del lenguaje parece llevar al fracaso. No podemos formular un pensamiento de contenido intuitivo preciso sin recurrir a las palabras. Querer pensar sin palabras es algo insensato. Lo inefable es un estado de confusión mental en el cual no sabemos lo que pensamos y chapoteamos en las miasmas de una interioridad borrosa.
¿Qué sucede cuando se dispone de un vocabulario muy limitado, o cuando no se tiene a disposición de signos como las palabras? Es en el contacto con la lengua que la cultura se adquiere y solo una mente educada puede desarrollar todas las riquezas del pensamiento. Sin embargo existe también la amenaza del “verbalismo”. No es suficiente saber hablar y hablar mucho para saber pensar. El diluvio verbal puede reflejar un pensamiento confuso y delirante. Todo depende de la claridad de la consciente que se expresa, de la motivación de su intención de significado. A mi parecer la bulimia de palabras en el rap se desarrolla como un comentario indefinido del cotidiano, con tono monocordio, resignado. El rap, en su expresión es un testimonio sociológico de nuestro mundo actual pero también tiene la ambigüedad de una expresión donde el flujo torrencial aturde el pensamiento
Consecuencia importante, por cuanto podemos decir que el verdadero pensamiento se encuentra en las palabras, no podemos por eso declarar que el pensamiento, es el lenguaje. Lenguaje y pensamiento son interdependientes, pero nunca coinciden. El lenguaje nunca habla solo para no decir nada, es el pensamiento que da vueltas y se repite. Tampoco el pensamiento es lenguaje. No se consigue un sentido pegando al azar una palabra tras otra.
Una lengua se habla. La palabra es la expresión viviente de la conciencia que le da un alma al lenguaje. Yo significo con la palabra, de igual manera que significo por mi mirada, por mi gesto, con todo mi cuerpo. El otro me significa con la mínima actitud corporal, con una sola mirada. Por nuestra existencia misma nos expresamos bien sea en el campo verbal como no-verbal. La subjetividad forma una totalidad que envuelve el cuerpo y significa en sí. La expresión humana es como un baile que conlleva su sentido, atavismo que seguro se mantuvo vigente en la evolución. Nuestro cuerpo se expresa de manera muy elocuente. Es el resplandor concreto y carnal del alma. No habla en el lenguaje del concepto pero entre el rostro de otro y yo existen construcciones mentales. Podemos escuchar la presencia carnal de otro.
De hecho muy claramente podemos ilustrar este fenómeno con un ejemplo muy simple: las mismas palabras recibidas en una carta pueden adquirir un significado muy diferente al que le podamos dar si tenemos el otro frente a nosotros, o al teléfono. La vibración de una voz, su calor, la expresión de una presencia a través de las palabras. Es la Presencia, inteligente y sensible, que se comunica en las palabras. La palabra viviente es ese movimiento, una entrada en el universo del decible y de la comunicación. La lengua es ella misma una invitación poética, lenguaje del corazón como de la razón. Este valor sensible es lo que permite al lenguaje de expresar, o hacer presentir, el sentimiento de la belleza.
En vez de ser trivial y banal, puede ser también poético. El poeta, el escritor, hacen vivir el lenguaje a un nivel superior devolviéndole su función metafórica, su música interior, su poder de embelesar el corazón y llamar al imaginario. Decimos a veces que la poesía hace un “uso” diferente de las palabras, pero es falso. La palabra es, en su origen, poética y el acto poético de la palabra es un regreso a la fuente desde la cual corre toda significación en el lenguaje. Existe en la poesía un misterio de la palabra que la razón lógica no alcanza, un misterio que se abre cuando somos capaces de escuchar. Ser capaz de escuchar es entrar en comunicación con el silencio alojado entre las palabras, el silencio que hace que las palabras mismas estén sublevadas hasta niveles insospechados.
Si la palabra es reveladora del sensible es porque lo que somos se refleja en nuestro lenguaje. Nuestra palabra se nos parece, es tan frívola, superficial, falsa, estúpida, codiciosa, terca, soberbia e insensible como nosotros. De igual manera puede ser inocente, clara, franca, fuerte como inteligente, sensible, profunda y delicada, lo que somos cuando nuestra vida es más verdadera. Lo que está en juego en relación al lenguaje, es en el fondo nuestra propia comprensión de la esencia de la Vida.
MARTINE

GIOVANNI PAPINI

EL SUICIDIO UNIVERSAL

El doctor Veromo tenía seis dedos en cada mano y era lipemaníaco, circunstancias ambas que lo hacían reacio a la conversación con los que él llamaba sus "desemejantes". Solía decir, con inocente alarde de ingenio, que si bien tenía dos dedos más de lo corriente, en cambio tenía muchos mitos menos.
Aun cuando era, por espacio de trescientos sesenta días al año, todo lo contrario de un conversador, tenía un facsímile de amigo o confidente, el profesor Rabindo, célebre por un tratado de craneología comparada. El doctor Veromo mostraba para con él una ocasional tolerancia porque le reconocía el mérito, grande a su juicio, de dedicarse al estudio de la única parte realmente sólida de la inteligencia, es decir, la caja ósea que la contiene o debería de contenerla.
En cierta oportunidad, viajé, por azar, en el mismo tren, con los dos extraños compañeros -a quienes sí los conocía de vista y pude así escuchar sin que ellos lo advirtieran, su conversación o, mejor dicho, el monólogo del doctor Veromo que me parece digno de ser referido aunque más no fuera por la temerosa actualidad del tema.

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-Mucho antes del llamado existencialismo -decía el misántropo médico en el momento en que me senté junto a él- había una filosofía que se podría llamar el "mortalismo" en mi opinión más profunda y persuasiva que la actual. Quizás el primer texto de esa teoría se encuentra en Grecia, porque los griegos se plantearon todos los problemas como si quisieran ahorrarle a la posteridad la fatiga del pensamiento. Se trata del famoso Elogio de la Muerte de Alcidamante, orador eminente que vivió en el cuarto siglo antes de Cristo. Desgraciadamente el libro se ha perdido y sólo tenemos de él breve noticia en un epigrama de Posidipo, en un fragmento original de Epicuro y en un pasaje de Cicerón.
La tesis de Alcidamante halló un pregonero, cerca de un siglo después en Hegesias de Cirene, conocido como el "persuasor de muerte", tan elocuente que Tolomeo I le prohibió enseñar porque eran muchos los que, movidos de sus palabras, se quitaban la vida. El sostenía que el acto supremo de la vida era el de troncharla voluntariamente e invitaba a todos los hombres a dar esta prueba de sabiduría y de libertad.
-La verdad -interrumpió el profesor Rabindo- es que estábamos hablando del inminente suicidio del género humano y no comprendo por qué vas a rebuscar entre esos restos de antiguallas que pueden ser temas para psiquiatras.
-Quería demostrarte -repuso el doctor Veromo- que la idea del suicidio universal es más antigua de lo que se cree y que entre los más atrevidos sabios hubo quienes lo consideraron necesario.
-Pero entre los modernos -dijo Rabindo- tal locura ha sido desechada. El Cristianismo condena desde siempre el suicidio como cobardía y pecado. Apenas ahora, en nuestros días, cuando el Cristianismo ha sido olvidado por muchos y cuando la física atómica ha realizado sus formidables descubrimientos, hay quien fantasea en torno a la idea de un posible suicidio de la especie humana.
-No lees lo bastante -replicó el doctor con un guiño burlón-. Si las mensuras del cráneo te hubieran dejado algún tiempo libre para leer los Demonios de Dostoievski, recordarías a uno de los personajes de esa terrible novela, Kirilov, que expone ideas muy semejantes a las antiguas y aconseja, abiertamente, el libre aniquilamiento de la vida humana. Fantasía de poeta, sí, pero pocos años después, un filósofo alemán, naturalmente retorna esa idea y, como suelen hacer los alemanes, la transforma en sistema. Se trata de un comerciante, un tal Felipe Batz, que, obsesionado por Hartmann, fue presa de la manía teorética y publicó, con el nombre de Felipe Mainländer, una Filosofía de la Redención, en la cual, sobre la base de una extravagante metafísica atea y pesimista, se plegaba a la propuesta del suicidio universal.


Sostiene que la muerte de Dios ha sido el principio de la vida del mundo, y la muerte del hombre, de todos los hombres, significaría el fin del Ser. Mainländer es, a mi modo de ver, el profeta más consecuente del mortalismo. No se contentó con escribir un libro, sino que, poco después de haberlo publicado, se suicidó, transformándose, así, en el solitario mártir de su fe.
-Di mejor -sugirió el profesor- que selló con un acto de locura la demencia de su filosofía.
-Vayamos con tiento en esto de la locura -previno el doctor Veromo-. Lo que en Kirilov y en Mainländer podría parecer alienación mental está resultando, a nuestra vista, una realidad posible y hasta probable. A esto quería llegar, a que las más extrañas imaginaciones de los poetas y de los pensadores llegan, con el tiempo, a ser aplicadas y confirmadas por el común de los hombres. Poetas y filósofos gozan, o sufren, de una sensibilidad más viva, de una intuición más clarividente y por eso advierten, mucho antes que los demás, lo que ha de ocurrir un día, en la historia. Los gatos presienten los terremotos mucho antes que nosotros los percibamos; los poetas son los felinos de los hechos futuros. Basta esperar -a veces medio siglo, otras veces varios siglos- para comprobar que las ideologías pasan del papel impreso a la verdad vivida. Volvemos a tener la prueba de ello con la doctrina mortalista del suicidio universal. Los Demonios de Dostoievski son de 1867; la Filosofía de la Redención de Mainländer apareció en 1867. Han pasado cerca de ochenta años y ahora vemos, con terror, que las personas juiciosas, es decir, los hombres de Estado y los de ciencia se disponen en poner en práctica, quizás sin conocerlas, las extravagantes teorías del personaje dostoievskiano y del comerciante que predicaba la desesperación. Toda idea, por absurda que parezca en la hora de su aparición, lleva escondida una chispa que, con el andar del tiempo, incendia el mundo.
-¿Tan seguro estás -preguntó Rabindo- de que nos encontremos en vísperas del suicidio de la humanidad?
-Todos -repuso Veromo- proclaman que no lo desean, todos lo esperan y lo temen. El hombre, por primera vez, ha llegado a la posesión de medios infernales que hacen posible y relativamente fácil la total aniquilación de las vidas humanas. La historia moderna nos enseña que cuando los hombres tienen a su alcance un arma nueva, por espantosa que sea, se sienten tentados a ensayarla. La historia nos informa, también, de otra verdad más tremenda aún: que los hombres tienen invencible tendencia a transformar todo descubrimiento en medio de destrucción de sus semejantes. Ahí tienes, por ejemplo, el automóvil que ha llegado a ser carro blindado, el aeroplano que se transforma en bombardero, la pila que se cambia en silla eléctrica, el gas usado como verdugo al por mayor. Hoy, tanto en Occidente como en Oriente, son dueños de la bomba atómica y, según parece, de la bomba solar y de otros artefactos más asesinos aún. Los jefes de las naciones vacilan antes de servirse de estos medios diabólicos, dudan y contemporizan, aterrorizados ante la idea de que la tierra entera podría ser un cementerio u osario de todos los pueblos. Sin embargo, bastará una chispa, un choque, un instante de frenesí y de vértigo para que todos hagan uso de las satánicas armas de que disponen para la mutua destrucción. Será el caos, el cataclismo, el verdadero "fin del mundo" y cuando todo esté consumado no habrá ni siquiera remordimiento, porque no habrá un solo ser vivo sobre la tierra para que lo experimente. El suicidio colectivo, preconizado por Kirilov y por Mailäinder como teoría abstracta, podrá llegar a ser, antes de que el siglo termine, el trágico final de la historia humana.


El número creciente de suicidios individuales en todos los países del mundo es más que un signo, una advertencia de la ya manifiesta ansiedad aniquiladora de los hombres. Mucho de lo que se hace y de lo que se dice en estos años, un poco en todas partes, tiene sonido y sentido de catástrofe y parecería que todos se empeñaran en apresurada.
En aquel momento el tren se detuvo. Habíamos llegado a una importante estación. El doctor Veromo y el profesor Rabindo se levantaron y se encaminaron hacia la portezuela. Los seguí, pero no pude escuchar la continuación de los extraños razonamientos del hexadáctilo y melancólico profeta.

jueves, 19 de marzo de 2009

Silvio Rodriguez

ODA A MI GENERACION


A los veintisiete días de mayo del año setenta

un hombre se sube sobre sus derrotas,

pide la palabra momentos antes de volverse loco.

No es un hombre, es un malabarista de una generación.

No es un hombre, es quizás un objeto de la diversión,

un juguete común de la historia

con un monograma que dice bufón.

Ese hombre soy yo.


Pero debo decir que me tocó nacer en el pasado

y que no volveré.

Es por eso que un día me vi en le presente,

con un pie allá, donde vive la muerte,

y otro pie suspendido en el aire, buscando un lugar,

reclamando tierra de futuro para descansar.

Así estamos yo y mis hermanos,

con un precipicio en el equilibrio

y con ojos de vidrio.


Ahora quiero hablar de poetas,

de poetas muertos y poetas vivos,

de tantos muchachos hijos de esta fiesta

y de la tortura de ser ellos mismos,

porque hay que decir que hay quien muere

sobre su papel,

que vivirle a la vida su talla tiene que doler.

Nuestra vida es tan alta, tan alta

que para tocarla casi hay que morir,

para luego vivir.


Yo no reniego de lo que me toca,

yo no me arrepiento pues no tengo culpa,

pero hubiera querido poderme jugar

toda la muerte allá, en el pasado,

o toda la vida en el porvenir

que no puedo alcanzar.

Y con esto no quiero decir que me pongo a llorar.

Sé que hay que seguir navegando,

sigan exigiéndome cada vez más

hasta poder seguir o reventar.

BERNARDO KORDON

Sin Mañana


Lo molesto ocurre al comienzo. Los familiares alborotan todo en el preciso momento que uno ansía y alcanza la tranquilidad. Felizmente en ese mismo instante nos separa de la vida un velo de apretada trama y un cristal más duro que el acero. Desde el otro lado contemplamos las últimas imágenes de, la vida, que se desvanecen como sombras y humo. Un fogonazo gris se traga a los que lloran y rezan. Ya estoy muerto y mi última imagen del mundo de los vivos es la de ese joven desconocido que vi asomado en la puerta de mi dormitorio. Simplemente un intruso que miró con ansiedad y conmiseración al moribundo. Ese gesto se instala en mí, se identifica conmigo. Comprendo que ese desconocido que me observa detrás de toda mi familia soy yo mismo. Es él quien siempre me siguió paso a paso, y me espió día y noche. Ahora se instala en mí. En el momento de morir soy como un guante vacío, que se inmoviliza y enfría. Entonces una mano se introduce para darle nueva vida. Ya no somos dos, sino uno solo.


Ahora soy ese otro que nunca conocí. Y ya es tarde para encontrarle cualquier semejanza. Lo tengo dentro de mí. No tiene rostro. Yo tampoco lo tengo. Estamos uno dentro del otro. Tensos y reposados, esperamos la partida. Igual que en un avión. A través del duro cristal y del tupido velo observamos las sombras del mundo de los vivos. Siguen acumulando flores, llantos, palabras y más palabra. Yo veo a través de los ojos del otro, y el otro mira a través de mis ojos. A ambos nos sorprende esa desesperada e inútil dispersión de gestos y más gestos. Me domina el orgullo de estar muerto y creo que la expresión de mi máscara no lo disimula.En esta última espera me acompañan jirones de recuerdos. Surgen como pantallazos en blanco y negro. Pues detrás del apretado velo y el duro cristal dejamos colores y sonidos.


Ahora las imágenes son esencias y símbolos: no necesitan palabras. Podemos saltar con la velocidad de la luz y alcanzar cualquier imagen de las millones que dejamos como una estela en nuestro paso por la tierra. Muchos muertos vuelan y de pronto quedan inmovilizados, aferrados en el duro cristal que separa los dos mundos. Permanecen fascinados ante una imagen, hasta que se desvanecen en ese espacio sin tiempo. Son seres que no vivieron plenamente en la vida, y que tampoco se realizan como muertos. Mientras me conducían al cementerio los he visto debatiéndose como moscas contra el cristal que nos separa de los vivos. También alcancé a ver los barrios opacos de mi ciudad, el hormiguear de los hombres, el tedio de las calles iguales. Un recorrido parecido al que se cumple para llegar al aeropuerto de Ezeiza, un paseo aburrido que invita a viajar pronto y muy lejos.A través del duro cristal me llegaba la confusa imagen de algún rostro familiar. En especial mi mujer y mi madre trataban de traspasarlo.


Adiviné sus presencias, sin lograr verlas. Esto también me hizo recordar el aeropuerto, cuando el avión se dispone a partir, y los que quedaron se despiden agitando los pañuelos, pero ya sin saber quienes son y a quienes saludan. Entonces la corta espera se hace tan fastidiosa, hasta que el avión parte, o el ataúd es depositado en la fosa, y al fin comienza el viaje, y se tiene la suerte de hendir el mundo sobre el cielo y bajo la tierra.Percibo una vibración intensa, como la de una turbina de avión. Yo y el otro, los dos dentro del ataúd, iniciamos el viaje con un arranque de inaudita velocidad. Ya estamos a muchos kilómetros del espeso velo y el duro cristal. Atravesamos océanos, continentes, mundos.


No me separo de ese otro que llevo adentro. Imposible saber si viajamos por el centro de la tierra o por los espacios cósmicos. Hendimos las tinieblas en una línea recta, como un tren subterráneo que nos llevase a las antípodas. A veces el viaje se matiza con sorpresivas eclipses. Reconozco la curva ascendente del subte de Buenos Aires al pasar la estación Alberti en la línea A, y vuelvo a recorrer la línea D cuando se tuerce graciosamente entre Tribunales y Callao. De repente iniciamos un recorrido vertical, y caemos como plomo en un pozo que abarca el mundo entero.No sé si el ataúd se deslizó un par de centímetros, o bien terminábamos de recorrer años luces en la galería. Lo cierto es que dominó la seguridad de haber llegado. Todo estaba absurdamente quieto, como cuando despertamos en un tren y lo encontramos detenido. Entonces me incorporé. Me resultó muy fácil subir a la superficie.


Salgo a la luz y me encuentro en el cementerio. Ya no veo el velo espeso. Comprendo que ese viaje cuya duración no puedo estimar me ha vuelto a situar al otro lado del cristal. Ahora no sólo reconozco los detalles de mi tumba, sino que a una distancia de cincuenta metros diviso el regreso del cortejo que me acompañó hasta mi última morada. Pero mi última morada es el universo que ahora crece y también se empequeñece en nuevas dimensiones. De un solo impulso estoy encima del cortejo. Los contemplo uno a uno: insignificantes y lamentables como todos los vivientes.


Vuelo hasta mi casa, y ahí los sorprendo en mi velorio. Me molesta el olor de las flores. Entro entonces en mi dormitorio y allí estoy agonizando. Salgo a la calle y me veo andando en mi último paseo. ¡Cómo estoy avejentado! Nunca me di cuenta de ello. Salto pues al parque de Palermo y me veo pedaleando en mi bicicleta de media-carrera. ¡Qué joven soy! Pero jamás tuve conciencia que era joven. Nunca pensé en mí, sino en el maldito mañana. ¿Por qué? Se lo pregunto a quien llevo conmigo, y ese otro me lo pregunta a mí. ¿Por qué? En la vida no hice otra cosa que esperar mañana, ese cáncer del mundo de los vivos. ¿Qué es el mañana? Se lo pregunto al otro, lo grito al viento, y el viento lo ulula al mundo.


¿Qué era ese mañana que devoró mi vida? Aquí nadie lo sabe. ¡No existe mañana en el mundo de los muertos! Solamente hay un presente tenso como un cable de acero que sujeta todo el universo.Ahora me resulta fácil conocer el pasado, esa secreción de los hombres, una baba ligeramente fosforescente que dejan en su arrastrada y engañosa marcha. No necesito escuchar sus voces.


Veo por transparencia como los muerde la angustia del tiempo. Realmente no deseo reencarnarme en ninguno de esos desdichados. Prefiero elegir a uno para liberarlo de ese maldito mañana, un guante vacío donde introducirme, y conmigo ese otro, que a su vez lleva otro y otro dentro de sí, seres que nunca nos conocimos en el Reino de la Dispersión y somos Uno en el negro diamante del presente infinito.